Crónica: Buff Epic Trail 2017

Ha pasado cerca de un mes desde que corrí la maratón de la Buff por segundo año consecutivo y no quería dejar que pasara más tiempo sin antes publicar la crónica que escribí el día después de la carrera.

Normalmente escribo un borrador y luego edito para que se entienda mejor, corrijo la ortografía, etc. En esta ocasión he decidido dejarlo tal cual, tal y como lo escribí del tirón. Creo que así es mucho más única y refleja exactamente lo que pensaba nada más acabarla.

Índice del artículo

Sensaciones previas

Las dos últimas semanas antes de la carrera, había estado entrenando lo mínimo debido a la caída de la carrera anterior y digamos que mi confianza no estaba por las nubes. El jueves antes de la carrera me prometí que pasara lo que pasara no me pondría excusas y me esforzaría todo lo posible, el día antes de la carrera, mientras estirábamos un poco las piernas Dani, Angel y yo, las sensaciones eran espectaculares.

Después de casi dos semanas, no notaba molestia alguna y sentía las piernas frescas, ágiles, dispuestas a dar guerra. Así era como me sentía a falta de sólo unas horas para la gran cita.

Repetía por segunda vez esta carrera, parte de la copa del mundo de Skyrunning y con un plantel de corredores de lo mejorcito. Cuando vienes a una carrera así sabes que vienes a dar lo mejor posible y que si todo va bien, vas a tener oportunidad de medirte con gente de mucho nivel.

Mis pretensiones de haber llegado al 100% no hubieran sido otras que las que fueron el día de la carrera: Ver como estaba respecto al año pasado y a ser posible, demostrarme que había progresado, que estaba mejor.

Después de saltarnos el briefing y de una copiosa cena, nos echamos a dormir a eso de las once de la noche. Tras algo menos de 6 horas de sueño, yo ya estaba dando vueltas en la cama y con el cerebro a toda marcha, pensaba en mi carrera, también en mi colega Javi que en ese preciso instante corría Ronda dels Cims y en tantas otras cosas.

Desayunamos algo que viene siendo habitual en muchas de mis carreras, tortitas de arroz con crema de chocolate y después de hacer un rato el payaso, salimos los tres a por 20 minutos de calentamientos previos a la carrera. Aquí se nos une finalmente Jordi y casi sin darnos cuenta, nos vamos para la salida de la maratón.

Hemos planteado la carrera para arrancar fuertes desde el principio y al llegar al primer paredón del día, gestionar un poco el ritmo. Nada de ir de menos a más como es habitual. Es una apuesta arriesgada, pero hay ocasiones que para «ganar» hay que probar suerte. Con ganar obviamente me refiero a superarnos.

Aunque me gustaría, no voy a entrar en más detalles de cómo les va a cada uno su carrera porque si no se alargaría esto de sobremanera.

Empieza la carrera

Pese a pasar unos días con los ánimos bajos y no muy confiado de lo que podría pasar aquí, arranco con fuerza y motivado. Arrancamos a correr y nada más empezar se me cae un botellín que por suerte me recoge Angel. Echo a correr para recuperar el ritmo y empiezo a adelantar a la gente que puedo sin preocuparme por gestionar el ritmo.

Damos una vuelta al pueblo y nos metemos en un sendero estrecho dirección a las pistas de Espot y la primera subida del día. Me las he apañado para colocarme mucho más adelante que el año anterior y no encuentro demasiado tapón, pero pronto me doy cuenta de que llevo las zapatillas algo sueltas y aunque lo intento evitar, paro unos segundos para atármelas como es debido. Fallo de principiante y primer fallo del día.

Seguimos subiendo para arriba por una pista y las piernas, supongo que por el inicio rápido, se sienten muy pesadas en comparación al día anterior y me recuerda a las impresiones que tuve en la primera subida de Bastions. Me digo que forma parte de la carrera y que ya pasará.

Correr me satura las piernas, sin embargo cojo un buen ritmo con los bastones y en las pistas empinadas dirección al primer avituallamiento del día consigo pasar a bastantes corredores sin demasiado esfuerzo y para cuando llego al primer avituallamiento, parece que empiezo a tener buenas sensaciones.

Ya llevamos 6km y +800m positivos, pero pasado el avituallamiento llega lo duro de verdad, la subida al primer collado a unos 2650m. Es una de las paredes más verticales del día y en fotos asusta verla. Sin embargo, voy subiendo a lo que creo que es buen ritmo y voy contento mientras lo hago. Las piernas se sienten bien aún subiendo para arriba y cuando finalmente lo consigo, a diferencia del año pasado, salgo disparado para abajo.

Veo el lago de Mainera al fondo y una bajada muy vertical delante mío, también de las peores del día y todo para «calentar». Pero voy muy animado y voy bajando controlando la situación. Al principio se me dispara el pulso, voy muy tenso bajando, pero empiezo a decirme que paciencia, que no hay prisa por bajar a toda castaña y al relajarme consigo bajar bastante bien no sin un par de sustos. Cuando acaba esta parte tan vertical y empieza una parte más corrible, me noto extraño. Como si no tuviera muchas fuerzas, pero a la vez tengo las piernas como en una nube y me siento cómodo corriendo. Además, ampliar la zancada y correr más rápido se siente bien cuando se hace sobre la mullida hierba que hay ahí arriba.

Afronto esa bajada, la siguiente subida y la bajada hasta el Estany Gento (segundo avituallamiento) con esa sensación, la de que me siento bien y me voy a hacer un carrerón pudiendo apretar al final. Espero con ansias las siguientes dos subidas.

Poco antes de llegar a Gento, empieza a llover y se ve algún que otro relámpago a lo lejos. Voy tan abstraído en mi carrera y en los tiempos que llevo en mente que no me hace efecto alguno. Además, con la música no siento el ruido de los truenos.

Me pregunto si pararme a ponerme el impermeable y me digo que lo haré si no para de llover antes de afrontar la última subida un poco más adelante, pero al llegar al avituallamiento la organización me obliga a ponermelo porque hay tormenta eléctrica. Lo hubiera hecho de todas formas un poco más adelante, pero me parece acertado.

Hasta este punto no lo sé exactamente, pero viendo los números ahora, me voy recortando 8 minutos al año anterior. Poco después me salta la notificación en el reloj de un SMS de Neus diciendo que voy el 32º. El año pasado lo hago en 95ª posición, así que sí o sí he mejorado algo.

La parte que viene ahora la lluvia empieza a apretar de verdad y empiezo a sentir frío. El reloj me marca que estábamos a unos 12ºC, pero imagino que con la lluvia y el viento la sensación térmica es inferior.

En esta parte, el año pasado tengo la impresión de que voy lento, es un sendero con mucha piedra que va subiendo poco a poco rodeando la montaña y que corona en el collado de Font Sobirana (2441m). Son 3,4km con un 8% de inclinación exactamente, y me las apaño para ganar un par de posiciones aquí y me repito que tengo que correr siempre que pueda. Consigo llegar arriba dos minutos antes que el año pasado.

Llevo la gorra puesta y veo como la lluvia cae a cubos por la visera, pero cuando la lluvia para un poco, empiezo a sentir que voy cociéndome dentro del impermeable.

En la bajada, uno de los dos corredores que adelanto, vuelve a pasarme y en cierta manera agradezco que lo haga porque es mucho más ágil que yo bajando y me ayuda a marcarme el ritmo, sin embargo se me acaba escapando sin poder remediarlo.

Es en este tramo de bajada cuando creo que pierdo el móvil, no lo recuerdo con exactitud. Sólo se que deja de sonar la música y pienso que se me ha desconectado el auricular. No quiero perder minutos así que me digo que continuaré sin música, aunque me fastidie no tener algo de ritmo en la segunda subida más fuerte del día. Es más tarde, casi al final de la carrera cuando me doy cuenta que tengo el bolsillo de la mochila vacío y que no hay rastro del móvil.

En fin, es en esta bajada cuando por lo que creo que es una mala elección de calcetines junto a la lluvia, que empiezo a sufrir mucho con los pies. Me siento bien de fuerzas, pero cada vez me cuesta más bajar y las muecas de dolor son evidentes.

Cuando llego a abajo, en el tercer avituallamiento, justo antes de encarar la subida al Coll del Rus, me voy sacando 15 minutos respecto al año anterior y si todo va bien, con la opción de bajar de las 5 horas.

Pero cuando empiezo a subir al Coll de Rus, empiezo a notarme sin fuerzas. No me lo planteo en ese momento ni lo estoy pasando especialmente mal, simplemente no subo con fuerza y me cuesta llevar un buen ritmo. Es en este tramo en el que calculo que voy el 28ª posición, me adelantan en grupo un chico y las dos primeras chicas, una de la selección Vasca y la otra una francesa del equipo Scott.

Al principio les intento seguir el ritmo, pero corren en tramos en los que yo no tengo fuerza de correr. A principio de carrera no hubiera habido problema, pero empiezo a sentirme vacío.

Un par de minutos más tarde me alcanza la tercera chica, y junto a ella hago gran parte de la subida. Primero dejo que lleve el ritmo ella porque no me siento bien, el estómago me da vueltas y me desconecto de todo. Hace frío. Agacho la mirada y sólo observo sus pies mientras subimos.

Mi mente desconecta y me centro en seguirla. No tengo ni que pensar, ni donde poner los pies ni nada. Es un momento de bajón absoluto. Pero a mitad de la subida, cuando se hace más empinado, me empiezo a notar mejor, ella baja el ritmo y yo cojo el relevo y empiezo a tirar yo hasta llegar arriba. He perdido un par de minutos en este tramo, aún así voy 14 minutos por delante del tiempo del año pasado.

Una vez arriba, al empezar a bajar, las ampollas no me dejan correr cómodamente y la tercera chica me pasa y empieza a sacarme sin problemas en una parte cuesta abajo muy corrible. En otra ocasión hubiera volado aquí, pero no me siento cómodo y no consigo correr rápido. Me empiezo a desesperar y es aquí cuando empiezo a decirme una y otra vez «¡No hay excusas! ¡No hay excusas!» y llego a la conclusión de que cuando esta carrera acabe, no voy a contarle mis mierdas a nadie. La carrera ha ido como tenía que ir y otro día lo haré mejor. Digamos que en este punto, al verme incapaz de correr y sin la certeza de estar haciendo un buen tiempo (veo ahora que iba bastante bien), me vengo un poco abajo.

Al pasar este collado el tiempo cambia por completo y empieza a verse el sol. Me sobra el impermeable, pero no me lo quito para no perder más tiempo, pero si tengo que parar porque hay una piedra que me está haciendo la vida imposible desde hace un rato.

Mientras me ato los cordones voy recuperando el tacto en las manos heladas por el frío de antes, aunque no lo percibo como una situación extrema en absoluto, sólo lluvia en medio de la carrera. Hay algún tramo en el que para de llover y de repente, empiezo a ver como graniza, pero casi sin fuerza, para posteriormente continuar lloviendo.

Cuando llego a Taüll, kilómetro 35 de la carrera y último avituallamiento, lo hago 11’06» más rápido que el año anterior. Es decir, he perdido tiempo en toda la bajada, pero es evidente, al año pasado toda la bajada la hice con mucha fuerza y entré a meta dándolo todo y remontando casi 20 posiciones en los últimos 10km.

Al pasar por el pueblo, lo hago ya muy justo de fuerzas, suerte que la gente anima y uno se viene un poco arriba. Al salir del pueblo me entra la primera rampa del día y es cuando empiezo a echar cuentas de lo que he bebido durante la carrera (más bien poco). Corro un poco más y de nuevo rampa en el aductor, mi punto de aquiles. No tengo nadie delante ni detrás, así que paro en medio del camino estirando como puedo y resignado a acabar como pueda. Aprovecho para mear y veo que lo hago con sangre, no orina oscura como cuando vas justo, rojo, rojo, símbolo inequívoco de que voy deshidratado.

Total, como puedo remprendo el ritmo por una pista y luego una serie de senderos entre la maleza que parecen improvisados. Después de un rato pensando llego a la conclusión de que aquí no pasamos el año pasado y que han tocado el recorrido un trozo.

Al pasar por Boí me sorprende los ánimos de Gerard, un amigo que acompañará a Jordi los últimos kilómetros. Le digo que llevo una buena pájara y me anima a continuar. Y de aquí en adelante si es como el año pasado y se puede correr mucho, aunque no me noto muy fuerte precisamente. Consigo hacer todos los kilómetros por debajo de 5min/km pero ninguno a 4’16» como el año pasado.

Cuando ya veo la iglesia de Barruera sé que no queda nada. Hay gente por todos sitios y finalmente llego a la pasarela de madera final antes de bajar a meta. Son metros lo que faltan y cuando cruzo la meta, sin haber mirado el reloj desde hace rato, llego vacío después de haber intentado unos segundos por debajo del año pasado.

Conclusiones

Me dirijo al avituallamiento, cojo agua, algo de fruta… como arroz con atún varias veces, nuevamente agua, masaje para acabar y puff, empiezo a analizar la carrera. No se muy bien qué ha pasado exactamente pero acabo con la sensación de haberlo intentado y haber fracasado. No desanimado, pero si insatisfecho por haberme puesto un objetivo que casi alcanzo.

Errores en carrera, unos cuantos. Los calcetines, el no haberme atado bien los cordones y sobretodo, el haberme olvidado de beber y comer como de costumbre. Llevo varias carreras sin preocuparme en exceso de los calambres y me he confiado. Repasando lo bebido/comido, ha sido francamente poco, un total de 2,3L, 2 sobres de Tailwind (400kcal) y 2 geles pequeños de 227ers, dos trozos de sandía.

Pero analizando a posteriori, comparando y viendo los números, mientras escribo esto veo la realidad y me siento francamente satisfecho. Creo que de no ser por el cambio de recorrido en los últimos kilómetros, hubiera recortado algo de tiempo a mi marca del año anterior (no mucho), ya que a todo el mundo le sale velocidades bastante más lentas que la edición 2016 y que me iba sacando 15 minutos de ventaja en algunos puntos de la carrera.

Venía de dos semanas no muy buenas como decía al principio, así que me doy con un canto en los dientes por como ha ido y la verdad, en general me llevo una buena experiencia del fin de semana.

Al día siguiente volví a mitad de recorrido e hice algunos kilómetros de la carrera en busca del móvil perdido, desde Estany Gento hasta un poco antes del collado de Font Sobirana y sin lluvia, el paisaje era espectacular. Paré varias veces a sentarme y disfrutar de las vistas que me había perdido el día anterior, al correr con el crono en mente.

El móvil no lo recuperé, pero el trote me fue bien para conocer un poco más a fondo esa zona y disfrutar de aquello, incluso para reflexionar sobre lo sucedido el día anterior.

En 2 semanas vuelvo a competir, pero esta vez con intención de cometer pocos errores. Vuelta al Aneto y sus 55km es una carrera técnica y exigente. No espero gran cosa aparte de disfrutar y conocer el recorrido, quién sabe si para volver otra vez.

2 comentarios en “Crónica: Buff Epic Trail 2017”

  1. La cuestion que hay que plantearse es si la alimentacion y los calcetines huvieran sido correctos… Como huvieran cambiao tus sensaciones y resultado.
    Hay que tenerlos bien puestos para jugarsela de esa manera! Grande!!

    1. Gracias Diego 😉 Imagino que hubiera cambiado bastante, sobretodo el tema de las ampollas en el talón, que me torturaba bastante.

      La realidad es que todas las carreras tienen algo y hay pocas que sean perfectas, aunque tiene un lado bueno, y es que aprendes de ello a la fuerza 🙂

      ¡Un abrazo!

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