Crónica: Transvulcania 2016

trans1Después de haber corrido Transvulcania me quedan claras dos cosas.

La primera, que es imposible que nadie que la corra la olvide jamás. Toda la atención mediática que recibe está más que justificada. Y la segunda, que sin duda es una de esas carreras que quieres volver a repetir una vez acabada. Hayas sufrido lo que hayas sufrido.

El viaje a las Canarias no empezó de la manera más prometedora posible.

Para empezar, no teníamos claro si iba a poder embarcar porque no había conseguido renovar el DNI a tiempo. Y para colmo, la primera noche que pasamos Marc y yo en Tenerife, con la intención de hacer transbordo para La Palma a la mañana siguiente, fue algo accidentada. Acabamos durmiendo al raso en La Laguna y con un frío de dos pares de cojones.

El miércoles nos juntamos ya con Carmel, al que llevo entrenando desde hace un año precisamente para Transvulcania, esta vez sí, en una acogedora casita muy cerca de donde acaba la carrera, y donde pudimos descansar y relajarnos hasta el día D.

En la misma finca había otras tres casas y también estaban ocupadas por otros corredores: Dos polacos, una bestia noruega y una chica lituana.

Dos días antes, en la feria del corredor, hice una última apuesta.

Tranvulcania era una carrera que llevaba tres años queriendo correr. Me había inscrito tres veces y sólo este año había conseguido plantarme en la isla. Le tenía muchísimas ganas, pero había un gran PERO. No corría en las mejores condiciones.

El domingo pasado corrí y abandoné la Ultra Trail de Barcelona después de ocho horas de desgaste y un pie algo magullado, así que no las tenía todas conmigo.

La idea no era competirla, sino correrla y disfrutarla con vistas a prepararla a conciencia para el año siguiente, pero aún así, son muchas horas en pie y Transvulcania no es precisamente una ultra a la puedas venir sin estar al 100%.

Tenía la planta del pie bastante sensible y cuando salimos a trotar por aquí con las Salomon XT6 que me había traído para la carrera, al pisar un par de piedras, me dí cuenta de que igual ni acababa si corría con ellas.

Así que por pura casualidad, o quizás fue el destino, me encontré en la feria del corredor con unas La Sportiva Mutant a buen precio y decidí hacer una última y arriesgada apuesta. Me las compré y las estrené el día de la carrera…

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Instantes antes de empezar

Llegamos al Faro de Fuencaliente en guagua, junto con otro centenar de corredores, alrededor de las cuatro y media de la madrugada. Llevamos desde las dos y media en pie y la carrera empieza a las seis.

Desde que nos subimos al autobús se puede sentir la tensión del ambiente, pero cuando ponemos un pie en tierra y  nos cruzamos con otros corredores, esa energía es aún más evidente.

Carmel y yo correremos la ultra de 74 kilómetros que atraviesa toda la isla, mientras que Marc, se hace la media maratón de 24 kilómetros con 2084m positivos, casi todos acumulados en una única y larga subida. Nuestra carrera es algo más variopinta y acumula alrededor de los 4200m positivos.

Dos días antes estuvimos aquí para saber desde dónde salíamos y sabíamos que había una cafetería cerca algo escondida, así que nada más llegar nos dirijimos a ella y vamos a por ese café que tanto apetece antes de empezar una paliza de tantos kilómetros.

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Última foto antes de empezar

Me levanto con muchas ganas de pasar el día corriendo, algo más tranquilo con el calzado y sin la presión de la competición, así que estoy bastante relajado. Sin embargo, Carmel es un manojo de nervios. Está callado y serio (algo inusual en él), pero es que han sido muchos meses pensando y entrenando para este día…

Aún recuerdo cuando un año atrás me preguntó si veía posible que entrenaramos para hacer Transvulcania este año… ¡Cuánto ha llovido desde entonces!

La decisión final la tomamos en Noviembre, cuando después de algunos meses entrenando, ya vimos que su progresión era buena y que si continuaba entrenando, sin duda lo lograría. Y vaya si lo logró…

Pues bien, diez minutos antes vamos para esa salida que tantas veces he visto en vídeos, en completa oscuridad, con centenares de frontales encendidos y con el gran Depa, el speaker de la carrera, al micrófono caldeando el ambiente.

Por equivocación nos metemos entre el barullo de corredores de élite y me embobo reconociendo las caras de muchas de esas bestias. Al final, acabamos en algún punto entre la muchedumbre del resto de mortales.

El ambientazo es brutal y todos allí tenemos el gran reto de correr esos 74 kilómetros y 4200 positivos en una isla más que espectacular. La música suena y empezamos a dar la cuenta atrás desde diez y finalmente…

Finalmente… ¡Nos ponemos en marcha! ¡Empieza la Transvulcania 2016!

Corriendo en la Isla Bonita

Mi plan para hoy es acompañar a Carmel parte de la carrera, sino toda, y ayudarlo en lo que necesite.

Como decía, correr una ultra la semana antes de una cita como ésta, dista mucho de ser lo ideal, y si además acabas tocado, aún menos. Así que tal y como estaba la situación, de verdad, me pegaba con un canto en los dientes si lograba disfrutarla y acabarla.

Los primeros kilómetros eran todos de subida hasta el primer avituallamiento de Los Canarios. Unos kilómetros muy lentos, por la gran cantidad de corredores que había en el camino, y que no permitía llevar un ritmo constante. Sin embargo, aquello nos dejaba empezar muy suave y al mirar atrás, disfrutar de ese espectáculo de luces en plena oscuridad serpenteando detrás nuestro.

Después de una hora y veinte de subida tendida (7 kilómetros y 700m positivos) llegamos al pueblo de Los Canarios y al primer avituallamiento. Cruzamos el pueblo por una calle adoquinada, con todo el pueblo volcado encima de nostros, al más puro estilo Tourmalet. El ambientazo es alucinante.

Recuerdo decirle a Carmel «Si esto es así después de sólo una hora ¿Te imaginas como será la llegada?» Su cara era todo un cuadro. Y la mía… la mía no lo sé, pero disfrutaba viéndo esa mezcla de felicidad y sorpresa en su cara.

Pasado este avituallamiento, en el que sólo rellenamos bidones, continuamos nuestra aventura ya mirando al siguiente control en el kilómetro 16,5 (Las Deseadas).

La cosa hasta allí no era más fácil en cuanto a metros positivos. La cosa seguía subiendo hasta alcanzar los 1828 metros, así que sabiéndolo previamente, tocaba tener mucha paciencia. Nuestro único objetivo era que el primer tercio de carrera saliera muy tranquilo, así que forzamos lo mínimo posible mientras adelantabamos a algunos corredores.

Toda esta parte se dejaba correr muy poco, ya no por el terreno, que alguna oportunidad hubiera dado, sino por la cantidad de corredores que aún ocupaban el camino.

Había mucho espacio a nuestro alrededor por el que correr, pero todo de tierra volcánica, que se deslizaba debajo de nuestros pies al hacer algo de presión. Intentar recortar posiciones pisándola era malgastar energías y no era algo que pudiéramos permitirnos.

Llegamos a las Deseadas después de un bonito «paseo» de 3 horas 8 minutos.

Habíamos decidido salir sin cortavientos y por esta zona el viento frío me ponía la piel de gallina y al estar corriendo muy bajo de pulsaciones, tampoco podía calentarme lo suficiente. Cuando cresteabamos, con caídas verticales a ambos lados del camino, era cuando más frío hacia pero más bello era el paisaje.

El Sol ya había hecho su aparición hace un rato por nuestra derecha y la estampa mientra subiamos hasta aquí era espectacular.

Finalmente, después de varios kilómetros de tortuosa subida, pudimos empezar a descender hasta el tercer avituallamiento de la carrera, El Pilar, en el kilómetro 24 y medio. Casi 8 kilómetros de bajada por senderos que incitaban a correr más de lo necesario.

Fue en algún punto de esta bajada, cuando viendo que Carmel estaba gestionando la carrera de lujo y que todo iba bien, decidí darme una oportunidad y empezar aquí mi propia carrera, como decía, sin ningún objetivo en mente más que acabarla.

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Bajando hasta El Pilar (kilómetro 24)

Notaba las piernas extremadamente ligeras pese a llevar tres horas en pie, y sobre la planta del pie derecho, bueno, el dolor era más que soportable. La suela de las Mutant estaban cometiendo bien el cometido de protegerme de todas las imperfecciones del terreno.

Si el primer tercio de carrera había sido un etapa compartida con Carmel, aquí empezaba mi etapa en solitario.

Corriendo el segundo tercio de carrera

Llegué a El Pilar (km 24) ya en solitario en 3 horas 54 minutos y después de recuperar alrededor de doscientas posiciones. En aquel momento ni lo sabía ni me importaba, pero mirando ahora los tiempos de paso me hago una idea.

Al llegar aquí, relleno bidones, mezclo las sales y cojo lo único sólido que me como durante las primeras seis horas de carrera, como de costumbre, tres o cuatro trozos de platano, de los cuales, dos van directamente a mi boca, mientras que los otros dos me los llevo en la mano para comérmelos en los próximos metros.

Aquí acaba la media maratón y empieza la maratón, así que la logística de este avituallamiento es impresionante. Mucha gente y decenas de carpas se agrupan aquí.

El siguiente tramo es muy pistero y tiene muy poco positivo, así que puedo cojer algo de ritmo. Pocos minutos después empiezan a pasarme algunos corredores y me doy cuenta que han dado la salida de la maratón poco después de que yo pasara.

Los primeros llevan un ritmo de infarto y reconozco a algunas caras conocidas. Su ritmo me incita a subir el mío y llego a engancharme durante un par de kilómetros a un grupo de corredores de la maratón.

Su carrera había empezado 24 kilómetros después de la ultra y acababa 5 antes, pero por un momento jugueteo con la idea de engancharme más rato a alguno de esos corredores hasta el final y así darle algo más de brio a mi carrera. Por suerte, me acordé de que ya llevaba cuatro horas corriendo y que si lo hacía igual explotaba.

Lo siguiente que recuerdo es ya corriendo desde el Pico de las Nieves hasta el Roque de los Muchachos, 9 kilómetros muy bellos, pero que se podían hacer interminables si llegabas tocado a este punto. Era un constante rompepiernas, corrible pero muy pedragoso y totalmente ofrecido al Sol.

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Tenía mucho respeto a esta parte y cuando la acabé y llegué al Roque de los Muchachos, kilómetro 52, sabía que gran parte del trabajo estaba hecho y me quité un buen peso de encima.

Los kilometros anteriores, desde el 24 hasta aquí, podían ser terribles, sí, pero la verdadera matanza ocurría en los 18 kilómetros de bajada hasta Tazacorte, en los que tocaba bajar nada menos que 2420 positivos.

El avituallamiento está lleno de corredores de la maratón y de la ultra, pero tal y como me encontraba, no me di ni un segundo de descanso. Volví a rellenar bidones, cogí platano y dos pastelitos de chocolate para el camino.

Llegué aquí en 7 horas 50 minutos y después de comerme esto último, el recuento de comida ingerida durante la carrera era de: 6 trozos de platano (un par de platanos enteros), 8 bizcochos de chocolate y un gel de limón que cogí en uno de los avituallamientos.

Normalmente pasaría con fruta y frutos secos, pero hoy estaba más golosón de lo normal.

Machacando las piernas en el tercio final de la carrera

La carrera se gana o se pierde en estos kilómetros de bajada. Estamos en el kilómetro 52 y quedan tres avituallamientos por delante.

Diez kilómetros de descenso hasta el Time, otros siete hasta Tazacorte (el mismo trazado del kilómetro vertical) y luego otros cinco de subida hasta el pueblo de Los Llanos, donde acaba la carrera.

En esta bajada se decide siempre la carrera y este año no iba a ser una excepción. Sage Canaday, liderando desde el inicio hasta el Roque, pierde toda la ventaja y 5 minutos más desde aquí hasta el final frente a Luis Alberto Hernando, que acaba ganando la carrera por tercera vez consecutiva.

Llevo corriendo la última parte con mucho miedo por lo que sé que viene desde aquí al final. Sé que teniendo piernas, es una bajada dura, pero no quiero pensar como de larga se debe hacer si andas tocado. Técnica a veces, pero sobre todo inclinada,  con 2420 metros negativos en 18 kilómetros.

Salgo del avituallamiento con las piernas enteras y sólo con una cosa en mente, la meta.

Al principio las piernas les cuesta reaccionar, pero al cabo de unos minutos empiezo a desenvolverme con soltura.

Mientras empiezo a bajar veo a Miguel Heras, uno de los grandes, andar a un lado junto a otros amigos. Se ha retirado por alguna razón. Es la primera vez que lo veo en persona.

El terreno aquí es un pelín técnico, pero se deja correr más o menos bien en una serie de múltiples toboganes que los corro sin respiro. Algunos corredores andan en los pequeños repechones pero yo hace horas que he encontrado ese estado Zen que siempre busco. Siento que me muevo casi sin esfuerzo.

Después de un rato toca meterse a la sombra de los arboles y el suelo se vuelve más agradecido, más blando. Mi zancada se amplia. La temperatura también se hace más agradable y en algún punto de este tramo incluso llega a chispear. El tiempo cambia de un momento a otro.

Sigo bajando sin parar y a muy buen ritmo y acabo adelantando alrededor veinte corredores de la ultra antes de llegar al avituallamiento de El Time después de 1 hora y 6 minutos.

Desde aquí hasta el Pueblo de Tazacorte viene la parte más divertida de la bajada, una pared vertical de no se cuántos metros por la que bajamos haciendo zig-zag durante minutos y en la que se puede observar todo el pueblo debajo nuestro.

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Reconociendo el terreno un par de días antes

El suelo del camino está construido con cantidad de piedras y supongo que llegando tocado a esta parte, esta zona debe ser una tortura, pero tal y como me encuentro salto de una piedra a otra con fuerza y corriendo todo lo que me dejan las piernas.

En este tramo, no sé si es por la adrenalina de saber que queda muy poco para el final o porque realmente estoy disfrutando bajando por aquí, pero aquí SÍ doy todo lo que tengo y me llevo más de un susto con vistas al vacio. Pienso en ello mientras escribo y vuelvo a excitarme pensando en esta parte.

Para cuando piso las racholas del paseo marítimo donde acaba el descenso, hay un corrillo de personas al lado de unas vallas que hacen pasillo hasta un arco de meta (dónde acaba la maratón) y durante decenas de metros corro por la moqueta hasta cruzar el arco. La cantidad de gente que se concentra aquí para ver el espectáculo es de las más grandes del recorrido.

Paso el arco de meta y voy dirección al avituallamiento, pero echo un vistazo a las dos botellas de agua y aún tienen algo, así que paso olímpicamente y me digo que sólo faltan unos minutos para llegar a meta. No necesito nada más estando tan cerca.

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Paso por el avituallamiento de Tazacorte

Y en este punto la historia podría haberse vuelto más agónica porque nos hacen meternos por el Barranco de las Angustias durante algo más de un kilómetro.

El cauce del barranco está lleno de piedras y arena volcánica, y lo de correr se hace complicado. A la gente que paso en este punto me la encuentro andando, pero continuo con el subidón y sigo teniendo piernas, así que no hay descanso que valga.

Pronto cruzo una carretera y empieza aquí una subida de varias calles bastante empinadas que llevan finalmente a las calles de Los Llanos.

Estas subidas no hay mayor remedio que hacerlas caminando, aunque para las últimas saco algo de fuerzas y puedo correrlas. Para cuando llego a los primeros metros de la larga recta final hasta meta, las piernas están totalmente dormidas.

Dos kilómetros de aquí a meta en línea recta y esto ya está hecho.

Desde el metro uno hay gente a un lado y otro animando, ofreciendo su palma para chocarla, y es inevitable pensar que ya falta muy poco.

Pienso en que después de tanto tiempo queriendo correrla, al fin estoy aquí, y no sólo eso, que faltan sólo unos metros para acabarla después de haber tenido que retirarme en la ultra de la semana pasada.

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Último kilómetro antes de llegar a meta

Voy cogiendo ritmo, las piernas se van soltando y poco a poco cojo una buena forma. Siento que corro rápido, o eso creo, porque no he utilizado el GPS durante la carrera y no tengo la más mínima idea de mis ritmos.

La zona está masificada de gente y finalmente acabo llegando a un par de curvas que me dejan justo delante de la moqueta de la meta. La piso mientras veo el arco de llegada y al contrario que en otras ocasiones, no pienso en nada. Sólo disfruto del momento.

Faltan metros y no hay dudas de que voy a cruzarla. Esa misma seguridad me acompaña desde la mitad de la carrera, cuando veo que de piernas estoy bastante bien pese a la paliza de hace unos días y que lo que más me preocupaba, la planta del pie derecho, me deja correr bastante bien con las nuevas zapatillas.

Supongo que esa seguridad es la que me ha llevado a relajarme durante toda la carrera y sobretodo a disfrutarla.

Probablemente esta sea de las ultras en las que he estado más concentrado en disfrutar de mi alrededor que en la competición en sí, y la verdad es que sabe a gloria.

Faltan pasos. Seis, cuatro, dos y… ¡Zas! ¡Cruzo la meta!

Los últimos kilómetros al final han salido en poco más de 37 minutos. Nada mal.

Cruzo la meta y busco asiento justo enfrente del arco, entre varios fotógrafos y me siento a contemplar por dónde acabo de pasar. Quiero saborear ese instante. Pienso recordarlo durante siglos.

Al cabo de muy poco, me encuentro con Marc, que lleva rato esperándome después de haber acabado la media maratón. Su resultado, una alucinante 124ª posición del total de 468 corredores. Menudo cambio a pegado en sólo unos meses. ¡Y lo que le queda!

¡Y luego está Carmel! Que hace un año me decía que no veía posible acabar Transvulcania, pero que después de estar entrenando concienzudamente, pasa por meta en 12 horas 3 minutos, un tiempo alucinante que vale una 438ª posición de los más de mil quinientos corredores que participamos. Yo acabo pasándola en 10 horas y 17 minutos y posición 152.

Pero más que centrarme en tiempo o posiciones, como siempre digo, me quedo con las sensaciones de la carrera y mi percepción de esfuerzo. Me quedo con todo lo que he visto, lo sufrido y lo disfrutado. Con el ambiente, con los paisajes, con la estupenda organización, con todo el viaje en sí, con la compañía, y con las semanas de entrenamiento que me han llevado hasta este mes de Mayo.

Me gusta correr y me gusta hacerlo durante horas y en esta carrera lo he podido hacer disfrutándolo al 100%. El año que viene repetimos.

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