Cómo empecé a escuchar mi cuerpo y porqué es vital para correr más

Año y medio atrás, una semana después de correr la Amsterdam Marathon, decidí correr una media que organizaba el club de triatlón de unos amigos.

Aquella carrera la tendré siempre presente porque fue a partir de ahí cuando realmente empecé a escuchar a mi cuerpo y a mimarlo incluso más de lo necesario.

Ese domingo empecé fuerte, aún tocado físicamente por la maratón de la semana anterior, pero mentalmente muy motivado después del tiempo que había conseguido en los 42Km.

Sin embargo, después de sólo 9 kilómetros, decidí parar un poco antes de la primera de las dos vueltas del circuito. Había empezado a sentir un dolor muy fuerte en la rodilla y aunque quizás pudiera haberla acabado, tenía la certeza de que continuar sólo agravaría la situación.

Después del tute del fin de semana anterior lo sensato hubiera sido no correr, pero medio por compromiso y medio por las siempre presentes ganas de competir, me presenté en la salida junto al resto de gallos y volví a casa con un boquete en mi orgullo de corredor.

Recuerdo exactamente que minutos después de haber parado, me dieron ganas de volverme a poner a correr y acabar aquellos jodidos 21 kilómetros, pero por suerte, mi lado más racional, me convenció de que no había motivo para ello. Era la primera carrera en la que renunciaba a no llegar al final, y aunque no ha sido la última, aquello me marco para siempre (aunque no precisamente para mal).

Desde entonces, he ido desarrollando más y más la habilidad de escuchar a mi cuerpo y hacerlo, se ha convertido en la base de todos mis entrenamientos. Todos en mayor o menor medida lo hacemos, pero hacen falta muchos kilómetros para depurar la técnica y un esfuerzo consciente durante todos los entrenamientos.

Quién me conoce, sobretodo los corredores que entreno, saben la importancia que le doy a escuchar a mi cuerpo y prestar atención a cada una de las sensaciones que percibimos, antes, durante y después de correr. Para mi no es algo que sea solamente importante, me parece vital.

Si como a mi, te encanta correr, muy probablemente quieras hacer esto durante muchos años, pero para ello hay que escuchar a tu cuerpo y cuidarlo en exceso.

Uno de los factores que nos mueve es el hambre de superación, y con ese monstruo dentro de nosotros, es muy fácil en caer en la trampa de entrenar más y más duro. Y cuando te hablo de escuchar a tu cuerpo, indirectamente también te estoy hablando de lo que ningún apasionado del correr quiere escuchar, cosas como: Tomate más días de descanso, no entrenes tan fuerte, para de correr si tienes molestias, duerme más, no dobles entrenos si no es necesario, no compitas tanto ni tan seguido, incrementa tu volumen de entrenamientos gradualmente y así un largo etcétera.

Esa hambre de superación y mejora nos lleva a entrenar más y más seguido pensando que así mejoraremos antes. No caigas en esa trampa. Mejorar corriendo requiere de constancia, cuidado y tiempo.

La inspiración para el post de hoy viene de la siguiente película y esta entrevista al actor, en la que dice:

«Muchos no empiezan a apreciar su salud hasta que ya casi la han perdido. Pero uno debería alegrarse cada día por poder moverse libremente.»