En la cueva del dragón: Crónica de la Vallès Drac Race 2017

Creo que ya era hora de que publicara una crónica poco después de la carrera y no tras una o dos semanas. Si la experiencia es reciente y los músculos aún lloran, es cuando más auténtica es.

Ayer cayeron 48 kilómetros de montaña y faltan sólo dos semanas para la Maratón de Malta. No debía haber corrido esta carrera, ni la anterior, pero lo hice y no me arrepiento en absoluto. Desconozco las consecuencias que tendrá, pero las sabré en breve.

Una maratón de asfalto al año, y mejor si es a principios de temporada. Ese es el trato que un día hice conmigo mismo. Es mi chequeo de motor anual.

Sobre ayer, la verdad, podría haber ido mucho mejor, pero también peor, así que me quedo con todo lo positivo de la carrera, que no fué poco.

Crónica de la Vallès Drac Race

Cuando acabé la Llanera Trail, en la bolsa del corredor vi un flyer que anunciaba la Vallès Drac Race.

48 kilómetros decía. No estaba en mis planes pero es una distancia que me gusta y justo coincidía con los días que volvía a España para carnavales, así que no pude resistirme.

Al igual que la anterior, mi hermano me acompañó a la carrera y nos presentamos sobrados de tiempo en la salida, pero sin perder la costumbre, tuve que acabar corriendo para colocarme en la meta. Estaba nervioso y no sé si Javi y Enrique, dos amigos que hacía tiempo que no veía, lo notaron en ese momento.

Por allí también estaba Dídac, un tipo estupendo que me presentaron antes de empezar y con el que hice migas un poco más adelante.

Después de dos semanas entrenando bien, la semana de la carrera intenté meter muy poco volumen para llegar descansado. Pero el día anterior, cuando salí a rodar unos pocos minutos, las sensaciones no eran buenas. Me notaba adolorido aunque no especialmente pesado, sobretodo de gemelos, una parte que no suele molestarme.

Entrenando como lo hago, pocas veces dejo espacio para unas piernas libres de molestias o cansancio. Hace mucho que no sé que es eso y a veces pienso que cuanto menos entreno y más intento descansar, peor me siento.

Esta vez no hay excusa que valga, quiero correr delante desde el principio y no voy a dejar espacio para que haya muchos corredores delante mío, así que me pongo en primera línea de meta con le decisión de que hoy voy a ir a por todas. Petaré o no, pero voy a luchar por un buen resultado.

Me pongo la música y apenas puedo escuchar los tambores y el espectáculo de dragones que hacen delante nuestro.

Me quito un auricular para poder escuchar bien la cuenta atrás. Me tiemblan las piernas y hago que caliento para que no se note tanto. Eso es bueno, hacía mucho que no sentía este cosquilleo.

Acaba el espectáculo y empieza la cuenta atrás.

9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1…

Dejan ir la cinta y ¡empezamos a correr!

Salimos de un parque a las afueras de Terrassa y dirección al parque natural de Sant Llorenç del Munt i l’Obac, donde según la leyenda, vivió y creció un dragón traído de África.

La carrera empezaba corriendo por mucha pista hasta meternos de lleno en el parque natural y el ritmo que llevábamos, sin ser endiablado, era un buen ritmo teniendo en cuenta que casi sin notarlo, aquello empezaba a picar para arriba.

Tuve la tentación de empezar a tirar del grupo, pero preferí dejar dos o tres corredores para que marcaran ellos el ritmo. Al llegar al primer pepino, decidí no forzar en absoluto y me puse a andar cuesta arriba.

Aún vamos muy juntos y me adelantan 4 o 5 corredores. En estos momentos es cuando si te puede la sangre, la cagas. Debes pensar en hacer tu carrera. Si te dejas llevar, si sigues la corriente del resto, es cuando las cosas pueden ir muy mal.

Cuando llego arriba, un par ya han cedido y están andando y consigo pasarlos cuando la pendiente se hace más corrible. Una vez empezamos a bajar, recupero las posiciones, con 3 o 4 corredores delante mío y a la vista. La parte dura del día viene a partir del kilómetro 25 y quiero llegar con fuerzas.

Pero mientras bajo por una pista a toda velocidad (el kilómetro más rápido en 3’41»), voy con la música y no escucho nada a mi alrededor. Me asusto al ver de repente a un ciclista bajando con la BTT justo a mi lado. Y luego, otro y otro. Total, me adelantan por la derecha con tan mala suerte que no veo el marcaje hacia un sendero que abandona la pista ancha por la que corremos.

Sigo corriendo a toda velocidad cuando otro ciclista se me pone al lado, me quito el auricular y me dice que los otros están tirando por otro camino de arriba. ¡Y es entonces cuando empiezo a maldecirme y machacarme!

He bajado un montón y ahora toca recuperar ese último kilómetro cuesta arriba. Pierdo minutos valiosos, que son los que marcarán la diferencia entre una posición y otra.

Por un momento se me quitan las ganas de seguir corriendo y de volverme a casa. O quizás correr un poco más y dejarlo en un entreno de un par de horas y así estar más fresco para la maratón de aquí a dos semanas. Pero también pienso que no puedo empezar el año no acabando una carrera.

Me prometí intentar luchar como mínimo por el top10 en todas las carreras que corra este año (obviamente hay algunas que será imposible) y esa idea me hace decirme: «Va, vamos a acabar esto, a las malas sigue siendo un buen test de cara a la Ultra del Montseny».

Vuelvo a la carrera, pero me han adelantado un montón de corredores, aunque no sé cuantos exactamente. Sólo sé que se repite el patrón de la carrera anterior, el de jugar a recuperar posiciones, a cazar corredores.

Los siguientes kilómetros no los recuerdo muy bien salvo que consigo recuperar algunas posiciones. El enfado que llevo es descomunal y no me deja disfrutar del recorrido ni prestar atención a mis sensaciones. La verborrea mental es impresionante.

Me pierdo sobre el kilómetro 8, pero en el 17, poco antes del segundo pepino de la carrera, me encuentro con Dídac, el amigo que Javi me ha presentado antes.

Nos encontramos en el avituallamiento y el resto de la subida la hacemos juntos orientándonos por una subida no especialmente bien marcada. Aunque bueno, como digo, ese día estoy torcido y no es raro que me perdiera en cualquier condición. La charla con él me anima un poco más y no recuerdo muy bien en qué momento nos separamos.

En la siguiente bajada noto algo con lo que no contaba: Me siento patosísimo bajando.

Se nota que no he tocado mucho trail y no me veo nada suelto. Tengo que dejar pasar a otro corredor con el que llevamos un rato haciendo la goma y envidio la soltura con la que baja. Tampoco ayuda que estrene zapatillas, por que los pies me duelen bastante y el izquierdo hace rato que lo noto dormido.

Antes de llegar al ecuador de la carrera, en el pueblo de Mura, he remontado la posición y he conseguido sacarle algo de tiempo. Es ahí cuando veo a Albert, de Ultres Catalunya y me alegro de ver una cara conocida en medio de la carrera. Entro pitando en el avituallamiento y salgo sólo con un plátano en la mano.

Es curioso como pese al enfado inicial cambian las sensaciones poco después y sobretodo, como consigo abstraerme de todo lo demás y me veo sumergido en la carrera 100%. Dejo de maldecirme.

No tengo ni idea de cuánto rato llevamos corriendo y ni siquiera trato de adivinarlo. Me gusta volver a correr con un dorsal puesto y el subidón de la competición. Las piernas pesan, pero eso no impide que juegue con la idea de adelantar a otros corredores.

A partir de este punto nos juntamos con corredores de la media maratón que sale de Mura y en múltiples sitios se hace tapón.

Exceptuando un avituallamiento en el que por no perder tiempo, decido pasar olímpicamente, el mogollón de gente no me resulta molesto. Es más, hasta me resulta entretenido. Voy pidiendo «Paso paso» y pasando a la gente como puedo.

Tenemos por delante la última subida fuerte, de unos 5 kilómetros de distancia. Estas son las que más disfruto y no los rompepiernas cortos, así que mientras subimos por senderos de una persona voy a mis anchas. Una vez llegamos arriba empieza un cresteo de varios kilómetros hasta empezar a bajar de nuevo.

Hace un día espléndido, no hace frío pero tampoco calor. Cuando llegamos arriba el sol nos da en la cara en múltiples ocasiones y eso se agradece. En esta parte empiezo a ir fundido e intento forzarme para levantar la cabeza y disfrutar de las vistas, sobretodo la de Montserrat a nuestra izquierda. Es una verdadera estampa, pero no logro conseguir mirarla más de un segundo seguido.

Me gustaría pararme a contemplarla, pero no quiero perder ni un segundo más, sobretodo después de todo lo que ha pasado. Quiero volver a correr por aquí.

Y finalmente llega la última bajada y también los problemas.

Con unos 10 kilómetros de descenso por delante, al empezar a bajar, el aductor empieza a enramparse y pronostica lo que venía siendo evidente, que o me falta entreno con desnivel o no he gestionado del todo bien la hidratación.

Si juntamos que no iba especialmente suelto bajando (pese al poca dificultad del terreno), con alguna que otra parada para estirar, la bajada me acaba saliendo muy lenta teniendo en cuenta lo que podría haber exprimido aquí.

En fin, después de un buen rato consigo llegar abajo sin haber disfrutado demasiado y con, lo que supongo que no es más de un kilómetro en llano para acabar.

Intento mantener el ritmo y pido que pueda seguir corriendo sin tener que parar una vez más, estando ya tan cerca de meta.

Lo consigo hasta que llega el último repechón, uno de unos pocos metros en el que una vez superado ya se ve el mogollón de gente de la llegada y casi el arco de meta.

Sigo corriendo pero inevitablemente tengo que parar por las rampas, aunque sólo unos segundos, porque con lo poco que queda me abstraigo del dolor e intento llegar a meta con la pierna tiesa evitando pensar demasiado en ello.

Y al final, sin idea del tiempo o la posición, cruzo la meta.

La satisfacción de cruzarla siempre es inigualable.

Veo a mi hermano, luego a Javi, también a Albert y poco después a Dídac, que llega dos posiciones después y que también se las ha apañado para remontar algunas posiciones en la parte final de la carrera.

48 kilómetros con 2200 metros positivos en 4 horas y 58 minutos. Me sorprende lo rápido que ha pasado todo, aunque las horas de después, son casi tan buenas como la carrera en sí misma.

Ese momento en el que te relajas, descansas un poco, te duchas y charlas con tus amigos mientras tomas una cerveza bien fría, son pura gloria y también forman parte de la experiencia. Marc y Dani, otros dos amigos han pasado a verme y al final nos juntamos un buen grupete.

¿Conclusiones de la carrera?

Debería hacerlo más a menudo y tomar nota, así que aquí va lo mejor y lo peor de mi carrera.

Lo peor:

  • Concentrarme y prestar un poco más atención al recorrido. Detalles tontos que marcan la diferencia en el resultado.
  • Técnica en bajada. Estar tocando tan poco trail me ha vuelto lento bajando. Es un punto a trabajar.
  • Me falta potencia en subidas y en general desnivel. Seguir pasado de peso también influye.
  • La hidratación podría haber sido mejor, desde mitad de carrera en adelante corrí con muy poca agua.

Lo mejor:

  • Haber corrido sin reloj.
  • El descanso de los días previos se notó finalmente el día de la carrera. Me sentía bastante fresco.
  • Mantener la calma pese a la perdida y continuar compitiendo hasta el final.
  • Las cuestas largas y los llanos siguen siendo mi punto fuerte.
  • Indicutiblemente, la compañía de ese día y acabar subiendo al podio como primer senior pese a lo sucedido.

1 comentario en “En la cueva del dragón: Crónica de la Vallès Drac Race 2017”

  1. Un placer compartir kms y cajón contigo!!(no llega a ser por tí y aun estaria en casa sin subir a ningún podium)
    Eres un tio de puta madre y por cierto esa gorrilla es muy chula, que marca es?? ?

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