Crónica: Puig de Tiula 2016

cursa2Llevo tres semanas parado, comiendo como una bestia y con 6kg de más. Tras los primeros días de entreno estoy reventado y pasar una hora corriendo en llano un verdadero suplicio, sin embargo llega el domingo y con ello la Cursa Puig de Tiula, la carrera que organiza mi equipo.

Seré el único privilegiado que en lugar de hacer de voluntario podré correr. Esperaba llegar a este día en pico de forma y mejorar mi tiempo del año pasado, dejar el listón bien alto, pero de nada sirve lamentarse ahora.

Dejo mi casa a las siete de la mañana y mientras conduzco para allí pienso en el mejor resultado posible. No me veo ni para acabar los 22 kilómetros, van a ser un suplicio. Te juro que me presento a la salida sin la clara idea de que pueda aguantar todo el recorrido y me fastidia, porque corriendo en casa y con todos mis compañeros organizando, para darme un paseo, prefiero ponerme a ayudar.

Antes de aparcar llego a la conclusión de que hay una cosa que sí está en mi mano. Dar lo máximo que pueda dar. Olvidarme de tonterías y correr tanto como mi mente me deje apretar. Si llego a meta habiéndolo dado todo, ni yo ni nadie podrá reprochármelo. Las condiciones son las que son.

Veo a todos mis compañeros de un lado para otro, ultimando detalles y cuando falta poco para la salida, me escapo a calentar totalmente solo. Me viene bien tener esos minutos a solas para poner en marcha el motor y ayudarme a entrar en el modo «carrera».

Apurando al máximo, llego a la salida un par de minutos antes del inicio. Ya he arrancado a sudar. Hoy voy a pasar calor, eso seguro…

Joder, ahora que estoy aquí vuelvo a recordar porqué me gusta tanto correr y competir. Se me ilumina la cara y me entra ese cosquilleo tan característico previo al pistoletazo de salida, en las piernas, en la punta de los dedos del pie, de la mano…

Lo bueno de correr cerca de casa es la cantidad de amigos que tengo corriendo hoy y también todos mis compañeros de equipo que me encontraré avituallando durante el camino. Eso es un plus.

Empezamos a correr, primero unos metros alrededor del pueblo y el ritmo inicial es más cómodo del que me pensaba. El año pasado recuerdo salir aquí a fuego y ganar bastante diferencia en los primeros dos kilómetros, pero esta vez prefiero reservar y ver si encuentro algún grupo al que pegarme y en el que pueda correr a un ritmo en el que pueda llegar vivo a mitad de carrera.

Y seguramente te preguntes ¿Lo conseguí? Ni de cerca.

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Justo antes de acabar el pueblo, aprieto un poco y decido ponerme a tirar del grupo, mucho más cómodo que tropezándome con gente delante y detrás. Como iba primero y por un sendero estrecho paralelo al pedregal de la rambla, más o menos podía ir regulando yo el ritmo del resto.

Pasaron un par de kilómetros y todos seguíamos muy juntos. Ahora tengo delante a dos chicos y pienso que ya se me escaparan hasta final de carrera (como era de esperar), pero en un arrebato me digo «Tío, aeróbicamente vas bien y las piernas te duelen desde que has empezado. Eso no va a cambiar. Aprieta ¡Joder!». En una bajada logro alcanzarlos y recuperar esos metros, y una vez ahí, empiezo a tirar, a tirar y a tirar.

Uno de los dos se me pega detrás y escucho como hiperventila. Sigo tirando y minutos más tarde soy yo el que relincha a lo bestia. Y me vine a la cabeza las palabras «Cómodo con lo incómodo». Y en esa situación, hiperventilando, sudando como un pollo y con las piernas doloridas desde el minuto uno, encontro cierta paz que hace tiempo que no encontraba. Joder, como me gusta correr. Qué masocas somos a veces.

El recorrido es un constante sube y baja, que con esa calor, era un verdadero rompepiernas. Así la recordaba del año anterior también y así fue en esta ocasión. No es una carrera con mucho desnivel, ni técnica, pero que se te puede atragantar fácilmente y ahí quizás reside parte de su encanto.

Hacia mitad de carrera de golpe el segundo se descuelga y dejo de escucharlo detrás. Los senderos por los que corremos no dan tregua así que tampoco me detengo mirar atrás, pero se que ya no lo tengo ahí. Es en este  punto cuando empiezo a disfrutar Si hay algo que me gusta de verdad es esa sensación de libertad que me da correr solo.

Me crucé con todos y cada uno de mis compañeros de equipo que estaban ahí avituallando o haciendo fotos. Encontrármelos por el camino y recibir sus ánimos me hicieron mucho más que los avituallamientos en si mismo. El recuento a final de carrera son unos 4 o 5 gajos de naranja (me apetecía mucho este día y no probé el plátano, supongo que por la calor) y un par de vasos de agua y media botella de 0,5L.

Para el kilómetro 16 o así me veo tirando sólo y empiezo a pensar que quizás pueda llegar a meta primero. Me veo llegando primero pero cometo el error de confiarme y parar para mear y quitarme una piedra que lleva un rato haciéndome la vida imposible. Pienso que correré mejor sin ella. Pero no llevo tanta ventaja como pensaba en aquel punto y mi cuerpo ya está bastante tocado. Cada vez me cuesta más y más correr.

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Llego primero al último cortafuegos y es ahí cuando me pasa un amigo que también corre, otra bestia parda y del que no esperaba menos. Si lo lees, ¡Felicidades Gil! Te lo mereces.

Desde ahí y ya con pocos minutos para llegar a meta, el resto de la carrera se me hace un suplicio. Me adelanta un corredor más e intento no soltarlo, lo veo a 30 o 40 metros por delante… Me pido un último esfuerzo pero es en vano.

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Cruzo la meta en tercera posición con un tiempo de 2 horas 5 minutos, casi 5 minutos más que el pasado año, pero… con una sensación felicidad absoluta. De verdad, no hay mayor satisfacción que dar lo que puedas dar por mucho que cueste. Y el podio, una verdadero milagro. Veía difícil hasta hacer top10, así que imagínate liderar la carrera hasta casi el final y acabarla con podio. Además, no se me ocurre mejor manera de honrar todo el trabajo de mi equipo durante la carrera que con un esfuerzo similar por mi parte.

En fin, la temporada empieza ahora y demostrarme que después de semejante parón, no estoy tan mal, me da motivación para dar aún más los próximos meses.

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2 comentarios en “Crónica: Puig de Tiula 2016”

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