Crónica: Mdina 2 Spinola 2016

Km 12,5 pasando por Ta’ Xbiex

Son las 3 de la mañana y no consigo conciliar el sueño. Pero es normal, un día cualquiera a estas horas sigo despierto y es extraño cambiar de horario tan bruscamente.

En dos horas debo ponerme en pie y me convenzo de que debo descansar algo, pero no paro de dar vueltas en la cama y poco después me levanto, desesperado.

Eric y yo salimos de casa sobre las 5 y media, dirección a Spinola Bay, donde acabará la carrera unas horas más tarde. Cuando llegamos ya hay varios autobuses de la organización, esperando, para llevarnos a la salida en Mdina, la que es la antigua capital de Malta, una preciosa ciudad amurallada en el centro de la isla.

Llevamos varios días hablando de qué tiempo hará y hasta el día antes de la carrera parece que tendremos suerte, pero al final es todo lo contrario… Se pasa la noche lloviendo y el viento no cesa lo más mínimo.

Bromeamos con lo poco que nos apetece correr hoy y con que si perdemos el bus «Tampoco pasa nada, nos damos la vuelta y a la cama». Estaba ilusionado con volver a ponerme el dorsal pero con este tiempo a uno se le quitan las ganas.

Quiero lo cómodo y ahora mismo lo más cómodo es mi cama.

Después de media hora de autobús llegamos Mdina y al bajar de él continua el temporal. Aún es de noche y sigue lloviendo, pero aprovecho para enseñar a Eric muy por encima algunas calles del centro de la ciudadela, que está llena de corredores trotando arriba y abajo. Me pregunto de dónde sacan las ganas.

No mucho después llega Juan Pablo con su novia Vesi y nos resguardamos en su coche para cambiarnos, ponernos el dorsal y charlar un poco. A falta de 10 minutos para empezar, Adrian, otro amigo que correrá hoy, aún no ha llegado.

Apenas tenemos tiempo para calentar pero lo intentamos muy suavemente. Finalmente Adrian aparece entre el mogollón de gente y muy al límite del tiempo nos metemos entre el  barullo de corredores.

La gente se amontona y se resguarda del frío, la lluvia y el viento. Yo agacho la cabeza… ¡Joder, que pocas ganas de correr tengo hoy! ¡Qué frío hace!

Mientras me digo esto, me recuerdo lo delicado que me he vuelto desde la última carrera. En cierta manera tengo ganas de volver a la montaña, de ensuciarme, de mojarme y sobretodo de que se me quiten todas las tonterías que tengo encima. Pero ahora… ahora tengo frío y por eso no tengo ganas de correr.

Nos damos las manos y nos despedimos, y antes de que nos de tiempo a decir mucho más, dan la salida y todo el mundo sale corriendo como locos. Y y yo con ellos, y al hacerlo, algo dentro de mi cambia.

Recuerdo nítidamente los primeros metros.

El agua que baja a raudales por la calle, el mogollón de gente corriendo apelotonada, la sensación de correr contra el viento y las gotas sobre mi cara. También esa sensación de cuando empiezas algo nuevo y de que aún queda mucho para acabar…

Todo esto, no se porqué, me recuerda a la salida de una trail y su ambiente un tanto punk. Y al pensar en ello mientras corro me doy cuenta de lo mucho que lo echaba en falta.

Durante el primer kilómetro corro porque corriendo es la única manera de entrar en calor, y  mientras lo intento, lucho por conseguir que el reloj GPS coja señal. No tardo mucho en darme por vencido y decido, una vez más, correr sin él. Ahora al menos estaré más tranquilo.

Durante la semana he estado entrenando duro y no he tenido descanso alguno para la carrera, así que llego a ella no muy fresco, pero con la intención de darlo todo, aún sabiendo que mi 100% no será el mismo 100% que de aquí a unas semanas.

Pero eso no quita lo importante: Que la única manera de llegar satisfecho a meta es haciéndolo totalmente vacío. Ese es será mi objetivo hoy.

Los primeros kilómetros pasan rápido porque me entretengo con la idea de ir alcanzando a corredores. Somos algo más de 400 participantes y la gente ha salido muy rápida, pero en la parte delantera la gente va bastante alejada la úna de la otra, corriendo solos o en grupos de dos.

Ni corto ni perezoso continuo con mi juego y voy alcanzando a unos, mantengo la posición y recupero el ritmo una vez les alcanzo, y cuando me veo fuerte, vuelvo a arrancar unos segundos al crono para alcanzar al siguiente grupo.

Durante toda esta parte estoy disfrutando como un niño y como tampoco tengo referencias, no tengo ni idea de en qué kilómetro estoy. En ese instante no lo se, pero los 10k me salen en poco más de 35 minutos, demasiado rápido para mi teniendo en cuenta que aún faltan 7 kilómetros para acabar (son 17,4k).

Un poco después las cosas se empiezan a complicar. Era obvio. Me empieza a faltar la respiración y noto que aeróbicamente voy por encima de mi capacidad.

Al contrario que en las últimas semanas, son las piernas las que si pueden continuar pero me cuesta coger aire. Le achaco la culpa al frío, pero no te mentiría si te dijera que hace tiempo que no corro a estos ritmos y que los primeros kilómetros he corrido por encima de mis posibilidades.

Aún así, aunque parece que me estoy desmoronando, no siento que baje demasiado el ritmo y consigo mantener la distancia con los otros corredores.

Y de aquí hasta el final, no pienso en absolutamente nada.

Estoy tan concentrado en absorver todo el oxígeno que puedo, que literalmente no tengo espacio mental para nada más.

No he vuelto a hacer referencia al viento o la lluvia, pero es que ¡son protagonistas de la carrera de principio a fin! En algunos tramos luchar contra las rachas de viento es un suplicio y en otras, cuando vamos a favor, noto como cojo temperatura rápidamente y me alegro por no llevar mucha ropa encima.

Los últimos kilómetros me los conozco bien porque es el paseo por el que suelo salir a entrenar por aquí, así que ya visualizo lo que voy a tener que aguantar y hace un poco más dulce el final.

Un corredor al que he pasado hace unos minutos me alcanza y junto a él va una chica en bici haciéndole de liebre. Continuo apretando y se que ya estoy muy cerca de la meta. Es el último kilómetro y llevamos un rato jugueteando con los coches, porque sólo han cortado un carril y algunas veces se meten en el nuestro para adelantar. El tráfico aquí es un verdadero caos.

Me pongo por delante de él y continuo tirando, apenas faltan unos metros y no es que importe, pero quiero dejarlo atrás. Para mí es un juego dentro de un juego de otro juego. Es una distracción mental. Pero me precipito y él saca fuerzas de vetetúasaberdónde y consigue ganarme un par de metros. Justo delante hay un camión de basura y él decide tirar por un lado y yo apuesto por el otro, pero esocojo el peor y se me va otros metros… Irrecuperables.

Cuando veo la meta, ya se que está hecho y que sólo tengo que apretar un poco más. Siento que ya he acabado y que este suplicio tan placentero ha dado fin. ¡Estoy feliz!

Un paso más y…. ¡cruzo la meta! Vacío.

El tiempo es algo anecóditco porque lo que cuenta es que he dado lo que podido dar, pero cuando veo que he hecho 1h3’58» (20ª pos.), me alegro aún más.

Haciendo predicciones me veía haciendo 1h5′ en el mejor de los casos, pero acabar un minuto antes teniendo en cuenta la dificultad climatólogica, hace que esté aún más satisfecho. Y si a eso le sumo que continuo muy por encima de mi peso… ¡En primavera estaré volando!

Juan Pablo, llega igual de vacío sólo un poco más tarde, en 1h7’23», Adrian en 1h13’10» y Eric (mucho mejor de lo planeado) 1h16’10».

No hay moraleja en esta pequeña crónica. Sólo que…

  1. Hay que continuar dando lo mejor de sí en cada ocasión.
  2. Aún queda MUCHÍSIMO trabajo por delante si quiero volver a ser, como mínimo, el mismo que era hace unos meses.

¡Lo bueno es que sigo trabajando en ello!

JP, yo, Eric y Adrian con nuestras medallas

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *