Crónica de nuestra primera trail del año

Antes de escribir estas líneas, tenía dudas de si continuar publicando aquí mis crónicas. Sin embargo, después de pensarlo un poco, llegué a la conclusión de que tiene más sentido que nunca. Durante los próximos meses el plan es visitar con Trackers muchas más carreras y estoy seguro que descubriremos cantidad de historias que valdrá la pena contar.

El domingo pasado nos presentamos a la ligera en un trail llamado Mitja Marató de Muntanya de l’Albera. De hecho, tan precipitada fue la idea, que nos inscribimos el mismo jueves antes de la carrera, y sólo unos días antes, habíamos corrido una media de asfalto.

A priori, no parecía una grandísima idea, pero ahora que ya la hemos corrido y las piernas se han olvidado de todo, podemos decir que hicimos bien en presentarnos allí aquel día.

Como decía, traíamos las patas un poco tocadas del fin de semana anterior y en el caso de Marc, que está preparando la Maratón de Barcelona, sus salidas por montaña habían sido totalmente inexistentes. A nuestro favor sólo teníamos dos puntos.

El primero, que donde se celebra la carrera está a dos pueblos de distancia de donde vive su familia (podíamos visitarles y pasar el fin de semana allí), y el segundo, que nunca habíamos corrido por aquellas montañas, y eso era algo imperdonable como pudimos comprobar después.

A destacar también, que para mi era la primera carrera de montaña del año y de la temporada, y para Marc, era su primera trail. ¡Iba a estrenarse!

Los días anteriores habían sido espectaculares y con temperaturas nada habituales para ser invierno, pero ese fin de semana… ¡Joder! Bajada tremenda de temperaturas y un viento de la ostia. Sensación térmica de 0 grados y vientos de 60 kilómetros por hora con ráfagas de hasta 90.

Suerte tuvimos, que cuando nos despertamos el día de la carrera, el tiempo estaba en calma. Ahora sólo faltaba ver que nos deparaba el recorrido de la carrera.

Nos despedimos de Dani, el amigo que había venido a acompañarnos, y nos pusimos en medio de la multitud, apretados entre otros corredores y resguardados del frío. Instantes después, unas campanadas dieron la salida, y Marc y yo nos despedimos mientras empezábamos a movernos lentamente.

Cuando salimos de la calle estrecha en la que nos encontrábamos y atravesamos la plaza del pueblo, aproveché el espacio y la ocasión para pegar un apretón y ponerme con el grupo de cabeza. Y con la inercia de ese primer calentón y el frío que tenía en las piernas, se me olvidó parar de acelerar…

Marqué el ritmo los primeros tres o cuatro kilómetros y lo pagué caro. A 3’30», 3’47» y 3’54» salen, ahora que lo reviso.

Cuando llegamos a la primera subida cañera, tenía los músculos tan cargados de ácido láctico que tuve que hacerla andando. «A estas alturas de temporada, no estoy para estos acelerones» me decía a mi mismo. Y una vez superada, tocaba un kilómetro de bajada de encarar los seis kilómetros que nos llevarían hasta el punto más alto y ecuador de la carrera.

Aunque en esa pequeña bajada recuperé algo las piernas, lo cierto es que pagué el sobre-esfuerzo inicial en los siguientes kilómetros y esa vocecilla interior que todos tenemos, no paraba de repetirme que ese apretón me había costado varios minutos, los que marcan la diferencia entre estar ahí arriba y no estarlo. ¿Pero quién era yo después de todo para negarles a mis piernas tal capricho?

Pues bien, esos kilómetros ascendentes hasta la cima se me hicieron bastante penosos porque notaba las piernas muy cargadas y más que volar, sentía que me arrastraba.

Por suerte, tenía la mente entretenida. No por el paisaje, que era precioso, sino por esa verborrea mental y mil maldiciones que me echaba encima. Además, tenía presente a mi amigo Marc y me preguntaba que tal le iría. Me lamentaba por haberlo metido en tal berenjenal, pero la verdad es que mientras yo pasaba penurias varias y disfrutaba más bien poco, él se lo estaba pasando muchísimo mejor que yo.

Después de alcanzar la cima, el Puig d’Esquers, paré un par de segundos a ver lo que me rodeaba. Teniendo en cuenta que no había parado en ningún avituallamiento y fui seco toda la carrera, creo que podía permitirme semejante privilegio.

Y ya de bajada, con el Sol de cara y después de unos instantes soltando las piernas, me topé con nuestro amigo Dani, que nos esperaba sobre el kilómetro trece para animarnos. No había mucho tiempo que perder, así que lo saludé sin parar dispuesto a encarar lo que era la última subida seria de la carrera.

En este punto y por lo que pude ver en un vídeo que grabó Dani, Marc llegaba aquí más fresco que una perdiz y muchísimo mejor que yo, aunque justo aquí empezaba a recuperar el ánimo.

A todo esto, como no me había fijado en quién me había pasado, iba totalmente descolocado y desde prácticamente el inicio, no tenía ni idea de en que posición iba.

Por lo tanto, si corría y apretaba, no era por estar arriba o abajo en la clasificación. A estas alturas ya era indiferente. Si lo hacía era por dar todo lo que podía dar. Si por un casual llegaba a casa con la sensación de no haber apretado lo apretable, me iba a lamentar durante días.

Como decía, no recuerdo muy bien quién me pasó y quién pasé yo, a excepción de los dos últimos, que fue ya en los últimos metros de bajada antes de los tres kilómetros finales en llano.

Cuando los alcancé, venía de pegar un buen apretón, pero aún tocaba meter otro más antes de acabar, así que me mantuve detrás de ellos (bastantes jóvenes, por cierto) hasta recuperar un poco la respiración y cuando el camino se abrió un poco, aproveché para escalar un par de posiciones más.

Los últimos kilómetros fueron como decía, bastante llanos y salieron a 4’03», 3’48», 4’06» y 3’50». Para cuando llegué de nuevo a la calle desde la que habíamos empezado, una vez más noté lo que suelo notar en estas carreras, que me obligan a ir más rápido de lo que me gustaría y que se acaban justo cuando empiezo a disfrutarlas.

Y mientras yo cruzaba la meta, Marc seguía aún corriendo en lo que era su primer reto por montaña.

Lo tuve presente toda la carrera, porque quería que su primera experiencia en montaña fuera positiva, lo que no me imaginaba es que bajaría del tiempo que le había dejado caer como «un gran tiempo a lograr» en su primera cita de montaña. 2 horas 53 minutos. Justo una hora detrás mío y a media clasificación.

Pero más importante que su tiempo o el mío, eran las sensaciones que nos llevamos de ese días y de cómo corrimos. Lo he repetido mucho pero no me importa volver a repetirlo, el verdadero incentivo de una carrera es forzarse a darlo todo, porque no hay nada más objetivo que eso.

Un día puedes dar tu cien por cien, acabar más arriba o más abajo y sentirte satisfecho, pero si te centras en posiciones y prestas demasiada atención a los tiempos, corres el peligro de caer en la adicción y la trampa de dejar de disfrutar corriendo.

6à Mitja Marató de Muntanya de l'Albera

Past Sunday I ran the first trail race of the season and 2016. And my buddy Marc ran his first trail race! Looking forward for the next one!El domingo pasado corrí la primera trail de la temporada y del 2016. Y mi colega Marc ¡corrió su primera trail! ¡Con ganas de la siguiente!

Posted by Carlos Mantero on martes, 19 de enero de 2016

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