Reencuentro con la esencia pura del trail (Parte I): Ultra Trail de Barcelona

Faltan seis kilómetros para el final y una escalada bastante fuerte por delante antes del último descenso a Begues. Por los pelos no me hace falta el frontal, pero cuando dejo el último avituallamiento, el del kilómetro 93, decido salir con él y escasos minutos después cae la noche.

Conforme subo, voy dejando atrás unas vistas espectaculares de toda la ciudad iluminada en la oscuridad. Tienta sacar el móvil para hacer una foto pero decido continuar y guardarme esa imagen para mi. Igualmente una fotografía no le haría justicia. En la montaña sólo se vislumbra los pocos metros que tengo delante de mi frontal y algunos metros por debajo mío, la luz de otro corredor. Salvo mis pasos, no se oye absolutamente nada.

Es en ese instante de paz cuando llega a mi mente la idea de que si me pusieran por delante cincuenta kilómetros más, los afrontaría sin titubear, con la misma fortaleza mental (o paciencia) que los últimos treinta y que definitivamente, había hecho bien en no renunciar a acabar la Ultra Trail de Barcelona.

Prólogo de la aventura

Es difícil de imaginar el hambre de kilómetros con el que llegaba a esta carrera.

Los que corremos sabemos que los entrenos se disfrutan de una manera muy especial, pero cuando te pones un dorsal y sabes que tienes cien kilómetros por delante, corres en una realidad paralela. El único objetivo es correr y las horas pasan volando. Miras el reloj una vez y te das cuenta que ya han pasado dos horas y cuando vuelves a mirarlo, ya llevas más de la mitad de la carrera.

Más que una competición, estas carreras son una aventura en realidad aumentada.

Ya el año pasado quería correr esta carrera, y en esta ocasión con el apoyo y confianza de protrailteam no sólo iba a correrla, sino que me plantaría en la salida con la intención de dar mi 100% en al menos tres de las cinco ultra trails de la Catalonia Ultra Cup. Esta era la oportunidad perfecta para demostrar que los últimos meses de entrenos y carreras no habían pasado en balde y que estaba listo para competir con el resto de gallos.

Tal como se pudo ver la noche antes durante el briefing, el nivel iba a ser alto y las primeras veinte posiciones iban a estar repletas de tíos duros, muy duros y extremadamente duros. Pero quien me conoce bien sabe que si algo me sobra es entusiasmo y cabezonería, y no tenía duda alguna de que iba a dar hasta la última gota, que disfrutaría y que además si las condiciones acompañaban, el esfuerzo se vería recompensado de justa manera.

Únicas palabras en mente: Regula, regula, regula, hidrata, hidrata, hidrata.

Probablemente ya conozcas esta sensación. La de correr una ultra trail, me refiero. A mi me encanta y por encima de todo me aporta una extraña sensación de paz. Es curioso, pero en distancias inferiores no soy capaz de sentirla. Quizás sea por los ritmos, que aunque exigentes, no son ni de cerca similares a los de una maratón o distancias inferiores. En una ultra trail siento que tengo todo el tiempo del mundo y que puedo saborear la experiencia con mucha más calma, y lo mejor de todo, que puedo hacerlo durante horas.

Con tantos buenos corredores en la salida, empezaba sin presión alguna. Los primeros puestos ya iban a estar ocupados, así que mi actuación aquí se limitaba a hacerlo lo mejor posible y en lugar de atacar desde el principio, podría correr con más cabeza. De menos a más a lo largo de toda la carrera, tal y como hablamos las horas previas con los compañeros Albert y Javi, que aparte de demostrarme que comen y corren como bueyes, me aportaron mucha más sabiduría de la que ellos creen. Tengo ganas de volverles a ver.

Dicho lo anterior, esta carrera era un plato que iba a poder saborear con calma y más después de todo lo entrenando. Tenía claro que llegaba con fuerzas para horas y mi única obsesión eran controlar las rampas producidas por la deshidratación y que tanto me habían destrozado en la última ultra. Mi tiempo objetivo era realmente una incógnita y tampoco tenía tiempos de paso previstos.

La aventura estaba a punto de empezar.

¡Manos en la masa!

El briefing y la noche con cinco escasas horas de sueño las pasé con los increíbles hermanos Gine, ambos conversos del ciclismo al trail running algunos años atrás.

Albert, miembro de protrailteam desde hace ya, empezaría conmigo a las 7 de la mañana para la Ultra de 100km y Javi, que nos acompañó hasta la salida, empezaría una hora después para correr la Long de 69km y que acabaría en séptima posición apenas siete horas después.

Siempre siento y digo lo mismo: para mi correr estas distancias es un regalo. No sólo me dejan correr durante horas y compitiendo contra otros (lo que le da un plus de diversión), si no que además, tenemos a toda una organización cuidando de nosotros y encima ¡animándonos! a cometer tal crimen. Es como cuando los padres dejan a su hijo pintarse la camiseta adrede o meter las manos en la masa de un pastel. Diversión y felicidad absoluta.

Dan el pistoletazo de salida y Albert y yo empezamos a correr junto al resto del pelotón. Empezamos muy atrás y los primeros kilómetros me los tomo con mucha más calma de la habitual. Después de unos pocos minutos del inicio, me paro a atarme los cordones y Albert se pierde entre la multitud. En ese momento pienso que en un momento u otro volveré a encontrarme con él, pero lo cierto es que es la última vez que lo veo. Sólido como un roble, acaba la carrera en séptima posición después de 11 horas 39 minutos.

Vuelvo a ponerme en marcha y poco a poco voy cogiendo mi ritmo. Uno sostenible para los cien kilómetros que nos esperan. Sin prácticamente pretenderlo paso por el primer punto de control en la posición 28 de los casi 300 que empezamos la prueba.

Como ya he dicho, mi gran obsesión era regular todo lo posible, sudar lo mínimo, reponer bien electrolitos y agua y comer bien. Tirar a ritmo de crucero hasta el kilómetro 70 y allí evualuar.

El kilómetro 70 marcaba el fin de un primer loop con salida y llegada a Begues y el inicio de un segundo loop de 30 kilómetros con mucho más desnivel. La carrera empezaba ahí.

Durante los primeros kilómetros abundaba la niebla, y la temperatura, moderada, se agradecía precisamente por lo que comentaba antes, no quería acabar tan deshidratado como en la última ultra.

Pasan los minutos como si fueran segundos y me planto en el segundo punto de control sin darme cuenta, ya en el kilómetro 15. En este tramo sólo paso a dos corredores poniéndome en la posición 26. Totalmente irrelevante a estas alturas de carrera.

Después de dos semanas de taper con mucho más descanso que running, noto las piernas más frescas que nunca y esas primeras impresiones sobre el terreno no hacen más que tranquilizarme aún más.

Siguiente punto de control: kilómetro 21, posición 23.

A estas alturas ya sólo quedan unos pocos kilómetros ligeramente ascendentes antes de la caída final a la playa del Garraf y que marca el primer tercio de carrera. También es una de las partes más bonitas.

Durante todo el descenso, con bastante pista, me las apaño para ir ganando posiciones sin prácticamente plantearmelo y como de costumbre, el descenso me sienta bien y llego a la playa del Garraf, kilómetro 33, en 3 horas 14 minutos (quinceava posición), con muy buenas impresiones y listo para empezar la segunda parte de la Ultra Trail de Barcelona.

Si la primera etapa había servido para calentar motores y ganar algunas posiciones, el propósito de la segunda hasta Begues no era otro que continuar regulando, mantener posiciones y ¡disfrutar del viaje! O eso pensaba yo… pero como dijo el escalador Yvon Chouinard, no es una aventura hasta que algo sale mal y yo he venido aquí a vivir una.

Próximamente la segunda parte de la crónica.

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