Crónica: Victoria en la 2ª Filirun

Siempre me ha parecido útil marcarse objetivos. Puede parecer muy obvio, pero si te sinceras contigo mismo ahora y te preguntas qué objetivos tienes, puede que te des cuenta de que quizás no los tienes tan claros.

Los objetivos nos marcan un rumbo, y aunque cuánto recorramos del camino dependa de nosotros, tenerlos presentes nos ayuda a progresar y a evitar estancarnos.

Por eso, cuando empezó la temporada tenía claro que debía «buscar» o perseguir algo. Quería alejarme de los tiempos, divertirme más y disfrutar al máximo, y confiaba en que correr por montaña me podía aportar todo eso. Lo único que necesitaba era la mentalidad adecuada y un objetivo claro.

Con esa idea en mente, empecé a entrenar sin ninguna intención de perseguir marcas o bajar tiempos. El verdadero plan era correr todos los kilómetros de trail que aguantaran las piernas, recoger y aprender de todas las experiencias posibles, y por último y más importante, disfrutar corriendo.

La Filirun marcaba en mi calendario el inicio de la última fase de la temporada y probablemente la más intensa y exigente. Los próximos tres meses entrenaré y correré carreras que redefinirán mis límites de lo posible y acabar en primera posición en la Filirun me deja mentalmente preparado para la acción.

La Filirun por estados

Oriol Barrera (2º clas), Edgar De Seia (3º clas) y yo al llegar a meta

Puede que leas ésto días después de la carrera o meses después, cuando estés pensando en inscribirte en la próxima edición. En todo caso, si estás buscando una crónica convencional, deja de leer ahora mismo porque aquí no la encontrarás. Si sigues leyendo te explicaré como fue mi carrera por estados.

Concentración: Faltan poco más de veinte minutos para empezar y me encuentro calentando cerca de la salida mientras escucho algo de música. Repaso mentalmente cómo pienso correr y twitteo ésto justo antes de que den el pistoletazo de salida. Estoy concentrado y tengo claro que tipo de carrera quiero correr hoy.

Precaución: Siguiendo con lo planeado, me pongo en cabeza durante los primeros metros a un ritmo que me resulta especialmente cómodo. Poco a poco me adelantan algunos corredores y hago mis primeras predicciones de quienes serán los favoritos hoy. Viendo con quién estaba corriendo me veía luchando por el cuarto o quinto puesto, tercero con algo de suerte. Durante la primera subida me dosifico mucho y aún así adelanto a algunos corredores. Me pongo en segunda posición, pero sé que queda un mundo y ahora toca una trialera de aupa. El que estaba en cabeza peta y logro alcanzarlo fácilmente. Pocos segundos después y a un ritmo brutal nos adelanta un corredor que no había visto y al que inmediatamente le otorgo el primer puesto. «¡Vaya toro!» pienso. Sólo le veo la espalda y le pierdo de vista unos segundos después. Al acabar la carrera comparto con él la cena y la entrega de premios y puedo confirmar lo fuerte que está 😉

Confort: He llegado al Puig del Lleó (la parte más alta de la primera parte del circuito) y me encuentro muy fresco. Continuo en segunda posición y detrás de mi no veo al tercer clasificado, aunque tampoco logro ver el rastro del primero. He mantenido un ritmo decente en la subida y aún así he logrado desgastarme muy poco. Suelto las piernas y empiezo a bajar como a mi me gusta, rápido, jugueteando con el terreno. Me encuentro cómodo y después de un par de minutos localizo al primero. ¡Le estoy ganando terreno! Aprovecho un tramo de bajada con bastante piedra para arriesgar un poco más y logro recuperar segundos. Poco después consigo superarlo por la izquierda y ya algunos metros por delante de él, evalúo si el ritmo que llevo es sostenible. Me veo sorprendentemente bien y decido seguir apretando. Si no hay sorpresas puedo llegar a la cima de la segunda parte de la carrera con muchas opciones de conseguir un buen resultado.

Incertidumbre y frustración: He llegado al primer avituallamiento y después de unos segundos corriendo por el camino que me marca un voluntario, me encuentro con el tercer, cuarto y quinto corredor. Vienen en contra dirección y les digo que se han equivocado de camino. Sigo corriendo y veo a más corredores. Reduzco el ritmo y pregunto mientras me los encuentro. ¡El que se ha equivocado he sido yo! ¿pero dónde? El segundo me alcanza y poco después me choco de cara con otro corredor en una curva muy cerrada. Sigo trotando a contra corriente sin entender nada, maldiciéndome a mi mismo por volver a perderme en una carrera y tirarla a la basura. El otro corredor y yo llegamos al cruce en el que nos hemos equivocado. Ahora lo entiendo todo. Volvemos a bajar y después de lo que me pareció una eternidad, retomamos la carrera con un kilómetro de más en las piernas.

Motivación: Logro alcanzar a un corredor y temo haber perdido mucho terreno. Le pregunto cuánta gente queda por delante y me dice que cinco o seis. Le pido paso. Me da paso. Lo que debería ser una ascensión a ritmo medio se convierte en una frenética contrarreloj por recuperar posiciones y metros. Para cuando llego a la cruz ya he recuperado tres o cuatro posiciones y parece que estoy de nuevo en la carrera y con posibilidades de luchar por el podio. En este momento renazco totalmente y consigo la motivación necesaria para continuar corriendo al máximo.

Diversión: He forzado el ritmo en la subida pero ni me da tiempo a darme cuenta. Me he concentrado tanto en rascar segundos que para cuando llego al inicio de la última gran bajada, ya vuelvo a estar fresco y veo otro corredor más. Ni idea de cuántos quedan por delante. Hablamos y me da paso. Me dice «que no ve al primero» y que siga a mi ritmo, que no lo espere (gracias Edgar). ¡Dicho y hecho! Estamos en plena bajada y toca gozar el terreno. Ya está bastante oscuro pero sé que la luz de mi frontal más que ayudarme me confundirá aún más. No me molesto ni en encenderlo y sigo bajando con intención de alcanzar al primero. En este punto me estoy divirtiendo como nunca. Bajo a todo trapo y me encuentro en mi salsa ¡y aún así no alcanzo a ver al primero! Casi a oscuras, el paisaje en este momento es espectacular. El recorrido en sí es espectacular, pero aún más teniendo en cuenta lo cerca que está de casa y la poca montaña que tenemos por la zona.

Satisfacción: Poco antes de llegar al segundo y último avituallamiento está mi amigo Uri esperando en una pequeña pendiente. Empieza a correr conmigo y me confirma lo que llevo sospechando desde hace un rato ¡Voy en cabeza! En el avituallamiento están algunos de mis compañeros del club y me dan unos ánimos que junto a la impresión de «abrir pista» en primera posición, me traslada a otro sitio. Uri me comenta brevemente el recorrido que me queda por delante y me acompaña durante un tramo. Le digo que ya está hecho. Queda kilómetro y medio por delante y ya me veo en la meta. Me veo genial y pienso en lo bien que he sabido gestionar la carrera y las fuerzas. Al llegar a la riera me relajo y bajo el ritmo. Entre que el terreno no ayuda y que ha oscurecido del todo, enciendo finalmente el frontal y me lo pongo en la cabeza (lo he llevado toda la carrera en la mano). Miro hacía atrás y veo un frontal ¿es el otro corredor? Me he relajado tanto en la última parte que ¡me ha alcanzado! Acelero todo lo posible. Se me pasa fugazmente la idea del otro corredor adelantándome en meta. Me quito la idea de la cabeza y acelero aún más. Quedan unos segundos y ya veo el parking donde acaba la carrera. Una curva a la izquierda. Grito «¡paso! ¡paso!» a los participantes de la marcha que están llegando. Otra curva a la izquierda y me encuentro en la recta final. Miro atrás y no veo el otro frontal. Cruzo la meta y… ¡Ya está hecho!

Entrega de premios en la Lira

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