Crónica: Vall de Ribes XS

Mientras escribo esto aún siento las magulladuras del duro fin de semana, y como sucede cuando has quedado satisfecho, no puedo evitar sonreír cuando noto las agujetas al subir o bajar las escaleras de casa.

Esta carrera ha sido toda una experiencia y el resultado final probablemente sea lo que menos importa.

Dos semanas antes de la carrera hicimos un entreno con Xevi para hacer el recorrido de la carrera de 25km y a raíz de ese entreno tanto Jordi, Xavi, Javi y yo acabamos liándonos para participar en la Gran XS por parejas.

La Gran XS consistía en correr sábado y domingo, dos carreras que también podían correrse individualmente, lo que nos obligaba a correr con gente que iba a darlo todo un solo día y estoy seguro que ayudaba a que llevarnos unos ritmos de carrera aún más alegres.

Después de tanto corriendo, nunca había tenido la oportunidad de correr una carrera de 2 días y sentía curiosidad por ver cómo reaccionaría elcuerpo. Además, también era la primera vez que lo hacía en pareja, lo que añadía un extra de diversión al asunto.

Javi y yo el viernes antes de salir para Ribes de Freser

Día 1 – 43km +3000m

Llegamos el viernes por la tarde para recoger el dorsal y asistir al briefing de la carrera. «Las condiciones serán ideales» dicen, algo a lo que no estoy muy acostumbrado, «Aunque las temperaturas serán bajas el empezar el día».

Nos pasamos el resto de la tarde comiendo y rematamos con un enorme plato de pasta para cenar. Poco después de la medianoche ya estamos durmiendo y tan sólo 5 horas después volvemos a estar en pie para desayunar y preparar todo lo necesario.

Aún así, después de la visita sorpresa de Diego, corremos para llegar a la salida in extremis y arranca la carrera sólo unos segundos después.

Aún con el pulso acelerado damos una primera vuelta al pueblo y conseguimos calentar y situarnos donde nos gustaría antes de empezar con la primera subida del día.

Estamos ligeramente por encima de los 2º grados, pero cuando salimos del pueblo ya me sobra el cortavientos y los manguitos que llevo puestos. Me lo acabo quitando todo. Además, ahora viene la primera subida que nos pone a andar y que será la tónica de la mitad de la carrera.

La primera hora pasa rapidísimo y mi única preocupación (e incordio para él) es ir recordando a Javi que controlemos el ritmo. Quizás me pase comentándolo, pero no sólo quiero que lleguemos bien al final del día, si no que me gustaría no acabar reventado de piernas para poder hacerlo igual de bien el domingo.

Antes de empezar a correr bromeábamos con la idea de correr el primer día al máximo y el domingo, con las piernas reventadas, darnos un bonito paseo, pero la verdad es que acabamos clavando un ritmo que nos permite llegar fuertes a la segunda mitad de carrera, cuando empieza la subida más fuerte del día.

La primera parte se corre mucho por zonas bastante tapadas y con un terreno comodísimo de pisar, con follaje profundo por todos sitios (de esos que no sabes muy bien cuan profundo es), pero pasado el avituallamiento de Ogassa (km25), el paisaje empieza a cambiar según empezamos a ascender.

Al pasar por el avituallamiento nos topamos con Xevi y nos dice con cara de preocupación que vamos a 15 minutos. Mientras sigo corriendo me pregunto si es a 15 minutos de cabeza de carrera, de la primera pareja o de Jordi y Xavi (nuestros otros dos amigos que corren por parejas).

Y me empiezo a preguntar si quizás no hemos conservado demasiado…

Nuestro plan era acelerar el ritmo en los próximos 10 kilómetros, una ascensión de algo más de 1000m positivos, pero quizás eso no sea suficiente para recuperar algo del tiempo perdido.

Las subidas de ese estilo son el punto fuerte de Javi, y yo no me quedo atrás. Además, viene la parte más aérea del recorrido y las vistas van a ser preciosas.

Como decía, las condiciones son ideales y conforme subimos vamos dejando atrás los árboles y empezamos a correr por prados 100% expuestos al Sol.

Suelo sudar mucho, pero en esta parte es cuando se hace más evidente. Para mi suerte, estoy tenido un especial cuidado con la hidratación y no se me olvida beber ni una sola vez. Voy pensando en que si sufro deshidratación, mañana va a ser difícil recuperar y no quiero hipotecar la carrera por un error así.

Javi está dando el máximo y llevamos rato bromeando por el camino. Vamos adelantando algunos corredores y eso nos da motivación extra porque reafirma que la estrategia de carrera es la adecuada.

A todo esto, Javi, lleva rato aullando y soplando como un jabato. En los primeros kilómetros pienso que es porque va muy por encima de la que deberíamos, pero luego entiendo (y me comenta) que es su manera de concentrarse y entrar en ese trance tan especial que da la montaña. A lo largo de toda la carrera la gente nos mira y se pregunta si no le está pasando algo a mi compañero, pero no puedo evitar sonreír, seguir apretando y disfrutando de la carrera.

Más de una vez he dicho que me encanta la sensación de correr solo en una carrera, sin ver a nadie delante ni detrás, ajeno a los ritmos de otros y en silencio, pero la carrera con Javi es otra historia.

No dejamos de hablar en ninguna parte de la carrera (a expensas de cansarnos) y en alguna ocasión llego a pensar que estamos hasta molestando a otros corredores.

Me lo estoy imaginando… «Vaya personajes estos dos, no paran de dar la lata», pero lo cierto es que tengo el ánimo como para hablar todo el día y estoy disfrutando de verdad. Los kilómetros a su lado podrían caer a decenas y no los notaría.

Un punto para la organización: Tengo tendencia a perderme, pero la carrera está tan bien marcada que no recuerdo un momento de duda en ninguna parte. Además, el recorrido es una pasada y es mi prototipo ideal de maratón de montaña.

Pues bien, ya estamos sobre el kilómetro 30 y vemos a Jordi y a Xavi por encima de nosotros. Son amigos, pero es otra de las parejas en la clasificación y verlos a lo lejos nos da un empujoncito en el ánimo. Ambos son muy buenos corredores y verlos no hace más que reafirmar nuestra idea de que estamos gestionando bien la carrera.

Un kilómetro más tarde, antes de llegar al siguiente avituallamiento los alcanzamos y superamos, y al contrario que toda la carrera, pasamos en silencio a su lado sólo con unos pocos comentarios. Por mi parte, no quiero decir nada porque que te superen en carrera es siempre un poco desmotivante (pero parte del juego) y no quiero añadir más fuego al asunto sabiendo como somos de competitivos.

Pues bien, en ese avituallamiento paramos un buen rato, nos refrescamos usando las gorras empapadas en agua helada como aire acondicionador y en mi caso, como membrillo como una bestia. Me he pasado todo el santo día a base de beber Tailwind (sales y calorías más que suficientes para aguantar sin nada más), pero me apetece enormemente algo dulce. Como tantos que ambas manos se me quedan tan pegajosas que podría llevar los palos sin agarrarlos demasiado.

Arrancamos de ahí después de lo que igual son 2 minutos con energía renovada y frescos para rematar esa larga subida, una pendiente que estoy seguro que a más de uno se le atragantó de verdad.

Alcanzamos el Puig Estela (2013m) habiendo superado a dos o tres corredores más y damos por finalizada la etapa «de subida». Ahora continuamos con la de «arriba y abajo» cresteando la Serra Cavallera.

En esta zona estoy en mi salsa y el estupendo día que hace, además de ver como vamos en la carrera y lo bien que hemos sintonizado como pareja, me hace que no pare de sonreír y disfrutar. Normalmente me obligo a desconectar de la carrera y levantar la vista para disfrutar del paisaje, pero hoy sucede de forma natural.

La última gran subida antes de rematar la faena cayendo hasta meta, es una subida de 300 metros aprox. hasta el Taga.

Hace un año mientras corría Bastions, viví aquí una de las granizadas más fuertes que me han cogido en carrera. Aquel día sólo unos pocos acabamos y yo crucé la meta empapado y magullado por el granizo. Recuerdo el frío que pasé y como corría pensando en si alguno de los rayos que caían acabaría encima mío. Fue toda una aventura que me dejó marcado y casi un año después, vuelvo a hacer la misma cima y con un día de sol increíble.

Antes de llegar a la cima, mientra subimos, me arrodillo y beso el suelo. «Bendito Taga, qué día me diste y qué contraste con éste».

Estamos a punto de coronar y Javi lo está dando todo. Él ha llevado el ritmo en gran parte de la carrera, pero en estas últimas subidas lo pongo yo, está dando su 100% y tener a alguien delante que te marque el ritmo ayuda.

Toda la cresta tiene un incentivo y es que hay senderistas por todo el recorrido que no dejan de animar, además de otros tantos que han subido sólo a animar a los corredores. Cuando llegamos al Taga es aún más evidente y no podemos hacer más que sonreír al saber que sólo nos quedan unos pocos kilómetros de bajada.

La bajada es, bueno, rápida y empinada, con algunas zonas de hierba tan verticales que hay que retener mucho.

Gran parte de las agujetas de muchos de los corredores tendrán la firma de esta bajada. Muscularmente estoy bastante entero, pero las zapatillas me están matando. Hace un mes me compré unas Adidas Raven Boost que me aprietan demasiado en el empeine y en las bajadas voy apretando los dientes, aún así, nos las apañamos para llegar al bosque previo a Ribes de Freser sin perder ninguna posición.

«Vamos Javi, dale, que ya lo tenemos! Vamos, vamos! No podemos perder tiempo aquí» o algo así, le voy diciendo mientras bajamos.

Y finalmente pisamos el asfalto y sabemos que ya está hecho. Corremos por una calle, giramos a mano izquierda y empezamos a pisar la calle adonquinada que nos lleva a meta.

Nos cogemos de la mano y levantamos los brazos en señal de triunfo y zas… Pasamos el arco en 5h46 minutos. 11º posición en la general y 3ª pareja.

Sorprendidos con el resultado, no, ¡lo siguiente!

Cruzando la meta del primer día

Nada más pasar la meta vamos a buscar cerveza (él agua) y comemos en el abundante avituallamiento, no recuerdo si dos o tres platos de pasta. Hay una mesas enormes montada en la plaza del pueblo y vamos hablando con los amigos que ya están ahí y los otros que van llegando uno a uno.

Es toda una fiesta del trail.

Después de una merecida ducha y comer algo más, Javi y yo acabamos metiendo las piernas en el río y hasta la hora de la cena, con una buena sesión del Compex de Javi.

Refrescando las piernas en el Freser

Esa noche acabamos cenando con Xavi y Jordi en un restaurante bastante cuco de allí y comentamos las anécdotas del día. Xavi y yo incluso nos permitimos el lujo de meternos una botella de vino tinto entre los dos. Javi y Xavi se piden un menú que resulta ser todo un acierto en cantidad y calidad, Jordi una pizza con bastante buena pinta y yo, un risotto que aunque bueno… es de tamaño ridículo con lo que voy a necesitar para mañana.

De una forma o otra, cuando intento irme a dormir, además del inicio de catarro, acabo pasando una noche complicada y tengo que salir a vomitar toda la cena, así que empiezo con el depósito vació para cuando me levanto.

Día 2 – 25km 1600m

Hoy la carrera empieza a las 9 en lugar de a las 7h30 y aunque mal por el estómago, puedo dormir algo más. Javi, nervioso perdido por la que nos espera, duerme poquísimo y se pasa la noche con el Compex.

Desayunamos lo de costumbre y nos las apañamos para una vez más, llegar justo de tiempo a meta.

Aunque empezamos más tarde,  siento más frío que ayer y me cuesta arrancar. Quizás sea por el resfriado o el palizón de ayer.

Ayer estaba bastante relajado, pero hoy es todo lo contrario. Hay muchas cosas en el aire: El resultado de ayer nos da posibilidades a mantener el podio o incluso ganar alguna posición, pero si las piernas no responden bien, puede ser un verdadero desastre. A nivel de competición, si hoy fallamos, el tiempo de ayer no servirá para nada. Sería un historia con inicio dulce y final agrio.

¿Dimos demasiado ayer? ¿Cómo nos funcionarán las piernas hoy?… Esta y otras tantas preguntas corren por mi cabeza cuando nos colocamos en la salida. Noto la presión añadida.

Tengo a Javi a mi izquierda y yo miro al suelo. Todo el mundo habla entre ellos pero no me apetece nada hablar con nadie. Normalmente, en las salidas de carreras que me tomo apecho, me tiemblan las piernas, pero hoy lo hace el culo. Un punto extra de humor a la salida.

La carrera de hoy es una carrera muy diferente, mucho más corta y corredera por paisajes muy diferentes. Todo un acierto de la organización, la verdad, porque además de no pasar ni una vez por el mismo sitio, diversifica mucho el paisaje y hace que sea mucho más ameno.

Si la estrategia de ayer era conservar hasta mitad de carrera y apretar luego, hoy va a ser todo lo contrario. Vamos a ir a fuego las dos primeras subidas hasta mitad de carrera e intentar no perder mucho tiempo en los 12 kilómetros de descenso y toboganes hasta meta.

Nos puede salir caro el experimento, pero decidimos arriesgar.

Ambas carreras tiene corredores de bastante nivel lo cual implica que si seguimos a alguien con un ritmo decente y encima fresco, puede que gripemos…

La primera subida sale bastante rápida y no dejamos de correrla. Hoy no digo nada a Javi de que controle el ritmo, precisamente porque tenemos que acabar de darlo todo y rezar para que no reventemos antes de llegar al final. Controlo el ritmo en algunas subidas y me sorprende como Javi lucha cada uno de los pequeños repechones y subidas hasta que llegamos arriba.

Una vez llegamos al Pla de l’Erola, un refugio en una localización preciosa, empezamos a bajar y hacemos el descenso más divertido y temerario del fin de semana, uno en el que toca tirarse o agarrarse a la cuerda y jugar con la cantidad de broza, hojas, ramas, troncos y piedras que hacen de manto.

Empiezo a bajar y Javi me pasa de culo y gritando que me aparte porque baja resbalando a toda velocidad. Yo bajo con algo más de cuidado con Gisela pero aún así nos pegamos un buen revolcón y acabamos de tierra y broza hasta arriba.

Pasado este tramo seguimos bajando por algunos «corriols» y un poco después llegamos al avituallamiento previo a la gran subida del día. Es ahí donde al igual que el día anterior, sin parar más de 5 segundos, cojo todo el membrillo que puedo y empiezo a comérmelo mientras pisteamos unos metros.

Poco antes de la subida nos encontramos con Gemma y Joa y nos da un subidón al verlas y recibir su ánimos. Llega la última subida y hay que poner buen ritmo hasta arriba sin dudarlo.

Como ayer, Javi ha estado marcando el ritmo los primeros kilómetros pero ahora decido ponerme delante y apretar todo lo que podemos. Dejamos un poco atrás a Gisela y pasamos a otros dos corredores antes de llegar a la cima.

¿Me lo parece o hoy está haciendo más calor que ayer?

Pienso en la cascada que nos tocará pasar en unos minutos y en que quiero meterme en ella para refrescarme. Javi poco después me lee el pensamiento y me hace el mismo comentario, pero cuando nos acercamos, está tan fría que paso de mojarme más. Creo que Javi si acaba metiéndose.

Y una vez superado esto, a mitad de carrera, empieza los kilómetros decisivos. Todo se decide aquí.

Por ahora vamos por delante de las otras dos parejas que nos siguen los talones, Jaume Folguera y Salvador Vilalta y nuestros amigos Jordi y Xavi, pero si nos dormimos o nos pasa algo, podemos perder esos minutos que marcan la diferencia.

Javi empieza a tirar y baja más ligero de lo que predecíamos. Va tocado, sí, obviamente después de semejante tute, pero no se amilana y marca lo que al menos en aquel instante parece un buen ritmo.

En dos o tres ocasiones me quedo atrás y lo pierdo de vista dejándolo atrás o para coger algo de la mochila, ajustarme las zapatillas (que duelen como unas condenadas) o para mear. Y cuando trato de alcanzarlo intento no forzar demasiado pero no es fácil alcanzarlo, está dándolo todo. Si nos alejamos mucho, me grita o le grito para saber a cuánto lo tengo de distancia y nuevamente seguimos corriendo como si fuéramos uno.

Ya me he acostumbrado a sus soplidos y es un placer correr a su lado. Lo veo y envidio a partes iguales porque no deja de apretar en ningún repechón y lo corre como si fuera el último. Adelantamos a un par de corredores bajando y poco a poco empezamos a creernos que vamos a conseguirlo.

Llevo dos días sin poder ir al baño y créeme si te digo que he comido tanto como he corrido, es decir, una barbaridad, así que estimo que llevo algún que otro kilo extra conmigo. Hasta ahora no ha supuesto problema, pero en este tramo, que es tan rápido cuesta abajo y no paramos de botar, parece todo se está poniendo en su sitio en mis intestinos.

Y empiezo a pasarlo bastante mal, aguantándome las ganas hasta encontrar un buen sitio e intentando pensar en otra cosa para dejar de sufrir. Joder, qué mal.

Al final de una bajada no puedo más y me hago a un lado y me bajo los pantalones en un segundo. Es un pit stop de unos segundos y no me molesto ni en limpiarme. Es una guarrada, lo sé, pero son cosas del directo. Estamos a sólo dos kilómetros de meta.

Sigo corriendo por una pista y veo a Javi a lo lejos. Vuelvo a alcanzarlo y le digo que ahora puedo volar. Joder, qué bien me siento.

Y llegamos al prado que nos introduce en la última trialera o sendero del día, la que nos lleva directamente a Ribes de Freser. Corremos todo lo que podemos y nada duele ya. El sabor de la meta a unos pocos segundos disuelve cualquier otra sensación.

Nos cruzamos con varios caminantes que nos animan y al ver de nuevo gente, hace más evidente que estamos a punto de llegar…

Entramos en el pueblo bajando a toda castaña por una calle empedrada, cuando Javi me dice: «¡Los tenemos detrás! ¡Los tenemos detrás!» y el corazón me da un vuelco y empiezo a apretar como un energúmeno.

«¡Para, para!» dice Javi mientras se echa a reír por la broma. Le maldigo con todo mi ser. No estoy preparado para que me adelanten en los últimos pocos cientos de metros.

Finalmente llegamos a la calle en el centro del pueblo que da a la plaza y la meta. Me quito la mochila, recojo los palos y nos ponemos a correr compartiendo 100% nuestras zancadas.

Y otra vez cogidos de la mano, apretamos con lo poco que nos queda hasta cruzar meta y nos unimos en un abrazo al cruzarla.

Joder, qué día más intenso. Qué absoluta satisfacción.

Durante gran parte del día de hoy pensamos que somos la segunda pareja y esperamos con ansias a ver cuánto tardan en llegar los siguientes, que en este caso era Folguera y su pareja y muy poco después nuestros amigos Jordi y Xavi. Al parecer, los que acabaron segundos ayer, iban delante nuestro y no los habíamos visto, pero aún así alucinamos con el resultado.

La sensación de cruzar la meta es liberación en estado puro, la de saber que por unos minutos hemos conseguido entrar en el podio y que ya no quedan más kilómetros por recorrer.

Jordi y Xavi, que en principio no estaban del todo seguro de poder hacerlo del todo bien por una molestia en el gemelo de Jordi, también acaban dándolo todo finalizando en 5ª posición. Y poco después de que lo hagan, de felicitar a Gerard por su primer puesto y ver a otros tantos amigos, ahora sí, vamos en busca del macroavituallmiento de llegada, de nuestras cervezas y respectivos platos de pasta. Todo en cantidad.

Como ya hicimos el día anterior, después de comer, la ducha y la entrega de premios acabamos de nuevo en el Freser remojando las piernas y al salir de él, volvemos a las mesas a por un cuarto plato de pasta y la última cerveza.

Hace un día tan bueno y estamos tan bien que no queremos irnos y menos acabar el día. Estoy seguro que las piernas no podrían dar más en un tercer día de carrera, pero si me lo hubieran propuesto hubiera aceptado sin pensarlo.

En fin, sé que ha sido una crónica larga y posiblemente aburrida, pero como siempre digo, estas cosas las escribo principalmente para mi, para tenerlas como recuerdo.

Por último, tengo que agradecer a Xevi y todos los voluntarios por semejante recorrido y organización ¡El año que viene repetiremos sin dudarlo!

En la foto: Xavi, Jordi, Gisela y yo

5 comentarios en “Crónica: Vall de Ribes XS”

    1. ¡Es la primera vez que me llaman criatura! Jajajaja Felicidades a ti monstruo, tú si que te saliste 🙂

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *