Qué vidilla dan los domingos de carreras

Ayer fué uno de esos días en los que te levantas a las cinco de la mañana y sabes que no te acostarás hasta pasada la media noche y que el monotema de conversación durante todo el día será «correr». Es lo que podría llamar un día intenso.

Aún pasado ese día, con los primeros dolores al levantarte de la cama por la mañana, ya lo haces pensando en lo que sucedió ayer, tratando de asimilar lo sucedido. Vivencias de un día que perfectamente podrían haberse vivido en dos o tres.

La mañana empezó con la Media Marató de Muntanya de Mataró, de ahora en adelante MMM.

Mi amigo Uri, al que seguramente conocerás por alguna otra crónica, es uno de los tíos con más ganas de vivir que conozco. Pocas veces lo verás sin una sonrisa en la boca y pocas veces te dirá que no a una aventura, y con ese espíritu que le caracteriza, una tarde cualquiera acabamos inscritos en tres carreras bastante cañeras para pasar entretenidos los meses de Julio y Agosto. Sin ir más lejos, dentro de una semana corremos otra trail y la palabra para definirla sería RADICAL.

A lo que iba. Nos plantamos en Mataró poco después de las 7 de la mañana para recoger el dorsal, la visita al WC y calentar un poco antes del pistoletazo de salida.

Este año la carrera la organizaba por primera vez la compañía Besttrail (que había ayudado en la organización de Bastions) y después de acabarla sólo tengo felicitaciones para ellos. Una organización y marcaje perfecto, con 22 kilómetros divertidísimos a la sombra de los arboles de las montañas de Mataró, y para rematar, con unos últimos kilómetros técnicos perfectos para acabar la media maratón.

La carrera empezaba cuesta abajo tal y como pude comprobar cuando pitó mi reloj después del primer kilómetro. 3:19.

Teóricamente esto era un entreno de calidad, pero tomé la iniciativa desde el primer segundo hasta el kilómetro 5,6. Sabía que había nivelazo de corredores, así que después de casi media hora de carrera y liderando, llegué a decirme a mi mismo que quizás estaba MUCHO MUCHO mejor de lo que me pensaba.

La realidad fué que después de algunas subidas, decidí poner el limitador en modo ultra, porque esas subidas rápidas y cortas me estaban consumiendo. Digamos, que son todo lo opuesto a lo que uno suele encontrarse en una ultra y la verdad, no tenía las piernas para esos ritmos. Decidí conservar y dejé pasar a tres corredores a los que tuve a la vista durante algunos minutos.

Mi error aquí fué creer que alguno de los tres que había dejado pasar, pertenecería a la modalidad corta (13km) de la carrera y con la que compartíamos parte del recorrido. ¡Error garrafal!

Resulta que el Top4 estabamos rodando más rápido que los de la modalidad corta, pero de eso yo no me enteré hasta pasado el segundo avituallamiento y ya avanzada la carrera.

Como decía, regulaba mucho en las subidas cortas y rápidas, pero en las largas y con un ritmo más tranquilo, le comía terreno al tercero sin problemas. Así que sin planteármelo, volví a alcanzarlo.

Me puse por delante de él unos minutos y viendo como iba, creí que el podio era muy posible. Poco después, en un pequeño despiste, tiré hacía la izquierda en lugar de a la derecha, y me quedé perplejo mientras veía como él pasaba y cogía la iniciativa.

Considero que este fué el punto donde perdí el podio. Más psicológicomente que por físico, renuncié a alcanzarlo una vez más y continué haciendo mi carrera sin la presión del que está corriendo una carrera.

No tenía ni idea de a cuánto tenía el quinto pero sabía que si me alcanzaba podría subir un poco de revoluciones y defender la posición sin problemas. Así que con todo esto en mente, los últimos 5 kilómetros fueron un juego de niños en los que disfruté como hacía tiempo que no disfrutaba. Corriendo a lo que me pedía el cuerpo, gritando para soltar la euforía cuando sabía que no tenía a nadie cerca (puta verguenza) y sonriendo como un crío mientras bajaba a todo lo que daban las piernas.

Llegué a abajo empapado como de costumbre pero con la sensación de que se me había quedado corta, lo cual me da una tranquilidad increíble de cara a la ultras que tengo por delante antes de acabar el año.

A todo esto, mi amigo Uri acabó con muy buenas sensaciones, algo increíble después de meses de lesiones y genial de cara a las aventuras que tenemos por delante.

Llegué a casa. Comí como un rey y disfruté de una más que merecida cerveza. Siesta de una hora recuperando piernas y…

¿Pensabas que había acabado el día?

En pie una vez más para ir a Vendrell a correr la popular que organiza mi club. Asfalto. 6 kilómetros. Todos los amigos que conozco de cuando empecé a correr iban a estar y era imposible no asistir, ni que fuera a rodar y recuperarme del tute de la mañana.

Así que una vez allí, sobre las 8 de la tarde Uri y yo empezamos a trotar un poco y las sensaciones, como eran de esperar, eran fatales.

Somos humanos y queda claro que por mucho que nuestro corazón quiera, nuestras piernas necesitan descanso. Pero aún así y con ese optimismo/cabezonería que nos caracteríza decidimos ponernos en la línea de salida.

¿Estrategía de carrera? Salir a ritmo el primer kilómetro y luego evaluar si competir o trotar.

Pasó el primer kilómetro y viendo el panorama, eché las cartas y me dijeron que podía apretar 5 kilómetros más. Después de todo, que son 5 kilómetros con el cuchillo entre los dientes para todas las burradas que hago.

Y con eso en mente aguanté los primeros tres kilómetros relativamente bien. La respiración genial, pero las piernas ya no estaban. Me miraba los pies y me maldecía porque veía que no daban.

El circuito era un loop de 3km callejeando por el centro de Vendrell y cuando pasé el primer loop, sabía que no había más combustible. No paré al pasar por el avituallamiento donde estaban todos los del club por pura verguenza, pero cuando pasaron un par de calles, simplemente solté el pie del acelerador y me paré a un lado.

Estuve unos segundos parado con la mente embotada. Pensé en esperar allí hasta encontrarme con Uri y luego me di cuenta de lo que eso significaba. Si lo hacía iba a tener que contestar a muchos conocidos a la pregunta ¿Qué coño haces que no estás corriendo a saco? Así que por no dar explicaciones, empecé a trotar de nuevo y sin quererlo empecé a coger nuevamente algo de ritmo, pero muy lejos del de un seis mil. Y maldito ese momento en el que ví que podía alcanzar al grupo que tenía delante.

Me dije que era lo ultimo que podia exigirme. Si llegaba a meta sin haber apretado hasta el final sabía que me maldeciria los proximos días y sólo por callar a esa voz interior, me propuse mantener ese ritmo.

Alcancé al grupo y en una acera esquinera puse un pie encima. Literalmente un pie encima de la acera para dar una zancada. Y conforme ponía el siguiente pie en el asfalto, otro corredor me gritó por detrás de malas manera qué hacía recortando.

En mi interior ya llevaba una discusión bastante bestia conmigo mismo y ese grito fue la gota que colmó el vaso.

Paré en seco en mitad de la callé y le dejé pasar. Un par de segundos después, volví a apretar con todo lo que me daban las piernas una vez más pasándole a él y a ese grupo al que me había propuesto seguir.

Y apreté los dientes lo que pude y ahora sí, revolucioné el motor y machaqué las piernas para recuperar los segundos perdidos y acabar como me gusta acabar, soltando hasta la última gota de sudor.

Hablé con el del cabreo al final de carrera y en cierta manera le agradezco ese comentario fuera de tono, porque fue la chispa que me hizo acabar al 100%.

El tiempo final de 22:32 (unos 3:40min/km) dista mucho del del año pasado o del que podría haber hecho estando fresco o entrenando para esa distancia, pero al fin y al cabo es lo de menos teniendo en cuenta la multitud de factores. Lo único que debería contar aquí y siempre es que dadas las circunstancias di lo que podía dar.

Se hizo tarde y como habíamos quedado para cenar fuera, me perdí el jugo de lo que para mi era esta carrera, reencontrarme y compartir unas cervezas con todos los amigos del club Runners El Vendrell. Aún así, la manera de acabar la noche fue también perfecta.

Por lo que puedes leer, ayer fue uno de esos domingos intensos y si me tengo quedar con algo, es que más que nunca, correr me alegra los días y estos domingos de carrera ¡me dan una vidilla!