Si me lees desde hace tiempo sabrás que no soy un gran defensor de estar pendiente de los ritmos, y aunque llevo uno encima a todas horas, reconozco que odio bastante mucho los relojes GPS. También diría que nunca he recomendado a ninguno de los corredores que ayudo que corran a determinado ritmo de minutos por kilómetro.
Pero ¿por qué? Muy simple, porque para empezar, fijarnos en nuestro ritmo nos aleja de lo que teóricamente muchos venimos buscando al correr por montaña: Paz, diversión, libertad. No se tú, pero incluso durante las carreras, yo lo que quiero es disfrutar de la experiencia y no obsesionarme con los tiempos.
Corriendo por montaña, el ritmo es lo menos relevante que puede proporcionarte tu reloj. El tiempo total, los metros de desnivel acumulado y la distancia (probablemente en este orden) son mucho más importante que los minutos por kilómetro.
Para mi, lo que más sentido tiene es correr guiándome del esfuerzo cardiaco o por muy abstracto que suene, corriendo por sensaciones. Y esto último es lo más me gusta. Quiero guiarme por el esfuerzo percibido sin la necesidad de llevarme el pulsómetro a todas partes.
Puedo entender que en carreras de asfalto, con terrenos más o menos regulares, y en el que lo normal es luchar para superar esa última marca en unos pocos minutos o segundos, quieras estar pendiente de tus ritmos.
Pero en la montaña, guiarte de tu ritmo para lograr tal crono, es decir, predecir tu tiempo de carrera, es más un arte que una ciencia. Influyen tantos factores que es casi mejor dedicar el tiempo a entrenar que a intentar calcularlo.
Como corredor de montaña, debes prestar mucha más atención al esfuerzo que al ritmo de carrera. Para lograr acabar una carrera de 40, 50 o 100 kilómetros es vital mantener un ritmo constante y administrar nuestra energía durante toda la carrera. ¿Cómo?
Evitando picos en nuestro ritmo cardíaco y dejar que sea el terreno el que dicte que tan rápido corres. Eso puede significar correr a 4 minutos por kilómetro o incluso a 12 min/km si la cosa se pone complicada. ¡Todo depende del terreno por el que corres!
Así que mi recomendación es: Corre por sensaciones. Olvídate de tiempos y céntrate en prestar más atención a tu cuerpo. Aprende a conocerte y pregúntate siempre si el esfuerzo que estás realizando es sostenible en los kilómetros que te quedan por delante.
De nada sirve fundirte a mitad de carrera por culpa de apretar mucho en las subidas o correr demasiado los primeros kilómetros, te lo digo por experiencia.