Crónica Els Bastions 2018

Els Bastions esa una de esas pocas carreras que me tiene locamente enamorado, así que volvía a encontrarme en la línea de salida de la Trail de 70km por cuarto año consecutivo. ¿Llegaba en las mejores condiciones? ¡Ni de lejos! De hecho dudaba incluso de poder acabarla, pero una cita como ésta era ineludible. No podía perdérmela.

Un fuerte dolor en la rodilla me acompañaba desde Penyagolosa y desde entonces los entrenos habían sido escasísimos. Llegaba a la carrera después de cuatro días sin ponerme unas zapatillas y porqué no decirlo, con unos ánimos bastante bajos.

Entonces, si vas lesionado, e incluso, no sabes ni si vas a acabar ¿Para qué vas? pensarás. ¿No es una insensatez?

Quizás pueda parecértelo, pero si algo he aprendido a lo largo de los años, de mis propios entrenos y de entrenar a otros, es a evaluar precisamente esto. Aún me queda mucho por aprender, ¡menos mal!, si no sería un aburrimiento. Pero tengo la certeza de que puedo hacer algo como lo que hice: Presentarme a una carrera con un «chip» diferente, con la intención de disfrutar y evaluar mi estado, y en el caso del mínimo dolor, parar para no agravar la situación.

También tengo que decir que Marcos, mi mano derecha en cuanto a mantener mi cuerpo físicamente decente, me trató y me aseguró que llegaría bien. En ocasiones, cuando a uno le falta fuerza o confianza, basta con un amigo o entrenador para darte ese empujoncito.

Pues bien… con todo esto y todas estas dudas, empecé Bastions. Si podía acabarla sin dolor, iba a significar un buen empujón a mi motivación para empezar a entrenar para las ultras que tengo por delante.

Durante el briefing del día antes veo a muchos amigos y parece que todo Dios está aquí hoy. Poco a poco, año a año, esta carrera se está ganando un nombre increíble y son más lo corredores que acuden a correrla.

Llueve fuerte la tarde anterior a la carrera y también por la noche, aunque si todo va bien, las lluvias no aparecerán el día siguiente hasta última hora del día. Siempre, siempre, siempre, la diversión meteorológica está asegurada para estas fechas en Bastions.

Dos años atrás fue una tremenda granizada, el año pasado hizo bastante frío y tormenta eléctrica a última hora del día y este año, bueno, este año por ahora tenemos un buen paquetón de nieve que nos hará volar en muchos tramos.

Empieza el asedio a los Bastiones

Nos levantamos a las 4:30 de la mañana y nos preparamos para ver el inicio de la ultra, que empieza una hora antes que nosotros. Estoy con Ángel, que también correrá conmigo, y Paula, su chica. Vemos la salida y vamos en busca de un último café para preparar al cuerpo para la que se nos viene encima.

¿Nervioso? Hoy no demasiado, aunque sinceramente, no soy consciente de las horas que tocará pasar corriendo hoy. Tampoco tengo la impresión de que hoy, sea para mi una competición y eso me relaja. Pero para serte sincero, tengo muy pocas expectativas de que hoy pueda acabar, así que no espero que sea un día demasiado largo. Es curioso como en ocasiones, cuánto menores las expectativas, más disfrutas de la experiencia y más vives el presente.

Se da la salida y pasamos por el centro de Ribes de Freser dirección a la primera subida del día. Pronto se hace un grupo que empieza a tirar delante mío y me desentiendo de ellos. Saco los palos, más pronto que tarde, y empezamos la primera subida del día, vertical, pero que no es más que el calentamiento, hasta el Coll de Barraques, el primer avituallamiento de hoy.

Hasta allí llego charlando animadamente con Marc Villodres, que está entrenando por la zona. Esa subida nos da para charlar animadamente y ponernos al día. Me explica su plan de ruta para ese día y yo le cuento un poco el mío. Un poco más adelante, mientras subimos, nos alcanza un corredor canario que también está corriendo la trail.

Llegamos al avituallamiento y aúnque no quiera, voy comparando tiempos con mi paso por aquí el año pasado. Vamos muy lentos, pero más que cabrearme, me tranquiliza porque se que a este ritmo tengo batería para rato, y también porque estoy cumpliendo el plan de olvidarme de competir y simplemente salir a correr. Además, he estado tan entretenido que ni siquiera he pensado en la rodilla y en si me hacía daño… ¡Y no lo hacía!

Aún así, voy pensando que es demasiado pronto para cantar victoria y que cuando pasen 10 kilómetros más, o 20 o 30, el dolor aparecerá. He estado tan frustrado estas últimas semanas que mi actitud respecto a esto es de victimismo total. No me reconozco. Pero resulta que la rodilla al final no me hace el más mínimo daño durante toda la carrera salvo las típicas molestias de estas distancias.

Llego a Fontalba en solitario, y desde hace un rato, haciéndome paso entre los corredores de la ultra que habían salido una hora antes.

En ocasiones me apetece correr solo, sin nadie delante o detrás, me aporta paz, pero después de la primera parte charlando con Marc, el hecho de correr con otros corredores por el medio del recorrido hace que sea lo más divertido del mundo.

El día es espectacular, la temperatura también, y justo ahora empieza una de mis partes favoritas del recorrido, la vertical hacía el Puigmal.

Miro arriba y veo una fila larguísima de hormigas con intención de coronar la cima. Me entra un escalofrío y sonrío. «Joder, como me gusta esto».

Relleno bidones rápidamente y salgo para arriba corriendo sin perder el tiempo. No por nada, no por competir o acortar tiempo, simplemente porque es lo que ME APETECE hacer en ese momento. Ver esa subida y no lanzarse hacía ella es como ponerme un pastel de chocolate y pretender que no le pegue ni un misero bocado. Imposible. Irrazonable.

Me lanzo hacía arriba y poco a poco, a buen ritmo, van cayendo metros y metros, hasta que muy a lo lejos veo a alquien que creo que lleva mi misma equipación. Hoy también está corriendo otro amigo y corredor de mi equipo, Esteve. No sé si es él, pero para comprobarlo recurro a algo que hicimos la última vez que nos juntamos… ¡Comienzo a aullar!

Los corredores de al lado me observan sorprendidos y muy a lo lejos escucho a alguien contestarme. «¡Auuuuuuu! ¡Auuuuuuu! ¡Auuuuuuu!» «¡Joder, sí, es Esteve!»

Continuo subiendo y mirando atrás de tanto en tanto para observar semejantes vistas y poco antes de llegar a la cima del Puigmal, a casi tres mil metros, nos juntamos y comenzamos a charlar.

Desde ahí, empezamos juntos la espectacular bajada hasta Núria. La zona está a rebosar de nieve y rápidamente entiendo porque la organización pedía llevar las polainas (ese trozo de tela que envuelve el zapato y el tobillo para evitar que entre tierra, piedras o nieve).

Sin pensarlo mucho, empezamos a bajar en plan kamikaze adelantando a todo trapo a otros corredores que van con más cuidado. En las zonas más empinadas simplemente me dejo caer de culo resbalando entre la nieve y al hacerlo me refresco las piernas después de las casi tres horas de carrera.

Zancada tras zancada, con algún que otro resbalón y disfrutando como niños, llegamos al tercer avituallamiento del día, en Núria. Llegamos al inmenso llano de césped donde hay cantidad de gente animando, esperando a amigos o simplemente observando el panorama. A lo lejos empiezo a escuchar mi nombre y veo a muchos amigos que se ofrecen a echarme una mano por si necesito algo, pero la verdad, voy francamente bien.

Entre en el edificio, cojo unas gominolas, vuelvo a salir, relleno bidones y salgo corriendo de allí sin saber muy bien si Esteve está detrás o delante mío. Continuo corriendo y al salir del edificio, tengo que echar marcha atrás porque no se para donde tirar, porque justamente allí se divide la maratón, la trail y la ultra.

Al final retomo el camino correcto y voy a por una sección de unos 7 y 8 kilómetros que nunca había hecho, añadida por la organización los últimos días al tener que modificar el recorrido por la cantidad de nieve.

Al llegar al anterior avituallamiento, el de Núria, iba con la idea de parar de correr ahí pese a las buenas sensaciones, para no acabar de machacarme, pero estoy disfrutando tanto que decido hacer otro trozo más. Pero al empezar este tramo del recorrido empezamos a pasar por una sección impracticable, muy empinada por la que debemos pasar lateralmente y llena hasta arriba de arbustos que no dejan ni andar bien.

Corredores de delante y de detrás resbalan, caen y maldicen al aire. Yo también lo hago repetidas veces hasta que finalmente superamos esa parte que nos lleva casi una hora y media. Cuando llego al final, vuelvo a tener las vistas de Núria a mi derecha y después del mal cuerpo que se me queda por la última parte, me tienta mucho correr para el avituallamiento y acabar allí. Renunciar a correr más.

Me doy la oportunidad de continuar un poco más y pienso en algo que me motiva para seguir adelante: Aún quedan cuarenta kilómetros de carrera y montañas para disfrutar.

Puede parecer una gilipollez, pero la simple idea de poder pasearme por ese recorrido y esas montañas durante horas me apetece más que ninguna otra cosa. Sólo, espero, que tantos kilómetros después del parón no me pasen factura.

Continuo adelante pasando el refugio del Pic de l’Àguila donde paro unos segundos a reavituallarme y donde vuelvo a ver al corredor canario del inicio. Salgo de allí a por la antepenúltima gran subida del día.

En esta subida, después de un buen rato tirando para arriba, acabo compartiendo un rato con Folguera y Vilalta, que están haciendo la ultra. Van a muy buen ritmo y decido quedarme con ellos, además, es agradable ver una cara amiga. Charlamos un poco y después de compartir un rato juntos, me animan para que continue a mi ritmo y siga avanzando. Después de todo, yo tengo menos kilómetros que ellos y me puedo permitir ir a un ritmo algo más alto.

Casi sin darme cuenta ya estamos bajando hasta el refugio Coma de Vaca, a punto de subir una pequeña pero potente subida hasta el Balandrau (al final no llegamos a subir a la cima). Voy muy bien de ánimo y de fuerzas y a estas alturas ya no hay duda alguna de que acabaré la carrera sí o sí. Tampoco pienso en la rodilla y simplemente me centro en disfrutar de aquello.

El hecho de tener corredores de la maratón y de la ultra por delante y a los que puedo ir superando cada poco, hace que todo el recorrido sea muchísimo más animado. Una vez arriba, después de una subida tan dura como preciosa, empieza la larga bajada hasta Pardines. Es aquí, donde todos los años, empiezan los problemas y el cansancio, pero este año es diferente. El hecho de ir con una o dos marchas menos hace cambiar todo el planteamiento y las sensaciones.

Al empezar a bajar llevamos casi 7 horas de carrera.

Desde ahí empieza una pista que llega al siguiente avituallamiento, donde poco antes de llegar me encuentro con un amigo, Uri que ha venido a entrenar por la zona y a animarme. En el avituallamiento también me encuentro con Maria Lluisa, una corredora que entreno, que está corriendo la maratón.

Salgo de aquí sin perder demasiado tiempo, cogiendo algunas gominolas y empiezan unos 6 kilómetros de sendero y campo abierto con tendencia a bajar pero que en realidad son un constante sube y baja. Esta parte se me hace extremadamente pesada y además el cuerpo me pega un bajón y no voy todo lo suelto que me gustaría. Sin embargo, al llegar al kilómetro 50, donde está el siguiente avituallamiento la cosa cambia para bien.

Me despido de Uri y empiezo a correr a ritmo constante cuesta abajo ya con la vista puesta en Pardinas, el pueblo que está al fondo del valle, y que está a otros seis kilómetros. Una vez llego al avituallamiento de Pardinas, recargo bidones, como algo de sandía y pregunto por primera vez en toda la carrera a cuánto tengo al siguiente corredor. Me dicen «Acaba de salir».

Salgo de allí ya con la motivación y el juego de poder pillar a otro corredor antes de llegar a meta y sabiendo que queda poco para el final, achucharme un poco. Saliendo de Pardines empieza un sendero donde se separan la maratón, la trail y la ultra. 13km por delante con una subida de casi mil positivos al Taga y un descenso hasta Ribes de Freser rápido y trinchador.

Paso por allí y le pregunto al voluntario que está en ese punto si hace mucho que ha pasado el siguiente corredor. A unos 10 o 15 minutos me dice. ¡Cree que voy cuarto!

Sé que sólo tengo unos pocos kilómetros por delante, pero decido que ya es hora de apretar un poco y como voy bien de fuerzas, decido subir un punto. La subida de Pardines al siguiente avituallamiento me sale a buen ritmo para las alturas de carrera que estamos y revisando clasificaciones, hago el segundo tiempo más rápido, lo que no está del todo mal.

La subida final hasta el Taga es una verdadera pared, de las que te echarías a llorar si fueras justo de fuerzas. Recuerdo las sensaciones del año pasado al pasar por aquí y aunque agotado, no se asemejan lo más mínimo.

Y finalmente, después de mucho run run, casi llego a la cima donde veo a Lluís Boig de la Muntanya echando fotos. Hablamos un poco mientras voy en su dirección y tras llegar a la cresta del Taga empieza la cuesta abajo.

En este momento se que voy cuarto y en la subida al Taga me da la impresión de que hay alguien de rojo que me sigue de cerca. En esta situación y con tan poco por llegar, decido no ceder ni un minuto y empiezo a correr para abajo a buen ritmo, aún así, voy bastante acartonado. Hace varias semanas que no hago desnivel y semejante tute ha sido un shock para las piernas. Supongo que cuando ven esta bajada se acojonan y no se atreven a bajar todo lo rápido que puedo.

Después de dos o tres kilómetros de bajada, continua una parte más corrible y es aquí donde puedo finalmente soltar piernas y correr a buen ritmo. «No me creo que la carrera haya pasado tan rápido» pienso.

Acaba el sendero y llego oficialmente a Ribes, donde están mi compañero de equipo Joan y también Marc Villodres, con el que había compartido charleta al principio del día.

¡Menudo subidón encontrármelos ahí!

Continuo corriendo mientras les explico como ha ido. 200 metros. 100 metros. Llego a una pequeña calle en subida que me lleva a meta. Veo a caras conocida y a otros corredores animando. Giro a mano izquierda y ahí delante… la meta.

Unos pasos más y casi sin darme cuenta ya he acabado y tengo encima la medalla que me ha colgado Lai, de BestTrail. Joan, el speaker de la carrera, después de beber un poco de agua me pregunta algunas cosas y me pasa el micro.

Una de ellas es… ¿Por qué vuelves año tras año a Els Bastions?

Esa misma pregunta me hago yo. Nos vemos en el 2019.

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