Crónica: Trenkakames 2014

Sólo ha pasado una semana desde que corrí la Trenkakmes pero tengo la sensación de que fué hace una eternidad. Curioso, sobretodo porque sigo teniendo secuelas que me recuerdan con cada movimiento el apoteósico esfuerzo que supone acabar un ultra trail.

El día después dudé si levantarme de la cama, y subir (o bajar) cualquier escalera era un verdadero suplicio. Andar, sí, pero con calma. Y por raro que parezca, los pies los tenía intactos. Salvo una rozadura en uno de los talones, gran parte de las secuelas eran musculares. Por suerte, cada mueca de dolor venía acompañada por una estúpida sonrisa que decía «¡lo conseguí!».

Ahora, varios días después, aunque me encuentro algo rígido y pesado, todas y cada una de las molestias parece que ya finalmente han desaparecido. En otro post probablemente explique como recuperarse de un ultra trail, pero por hoy me centraré en lo realmente importante, intentar hacerte vivir mi Trenkakames 2014 y cómo fué correr los 85 kiómetros de recorrido y sus 5.800 metros de desnivel acumulado.

Esta aventura duró 10 horas y 44 minutos, pero a tú tardarás mucho menos en revivirla.

En busca de mi redención

En el preciso momento en el que abandoné la anterior carrera, sabía con total seguridad que correría ésta. ¿Qué mejor manera de quitarse la espina que correr de nuevo durante horas?

Así que allí estaba, en la salida de la mítica Trenkakames y preparado para correr los 85 kilómetros que me separaban de la meta. Impaciente. Nervioso. Los fantasmas me atormentaban desde mi visita a Pont de Suert y quería hacerlos desaparecer a lo grande. Disfrutar durante toda la carrera, exigirme mi 100% (¿de qué otra forma sino iba a sentirme satisfecho?) y sobretodo acabarla.

Después de una última semana muy ligera, tenía las piernas pidiendo kilómetros. Y además, volvía a tener la suerte de contar con el apoyo de un amigo y de mi novia en varios de los puntos de control.

Crónica Trenkakames 2014

Aunque no conocía más de un tercio de la carrera, me había repasado el track del recorrido una y otra vez y me había preparado unas tablas de tiempos pronósticos que me dirían qué tan duro estaba corriendo.

¿Tenía expectativas? Por supuesto. Pretendía que ese día fuera memorable, y como vas a leer ahora, definitivamente conseguí que lo fuera.

Crónica: Trenkakames 2014

Cinco minutos antes de la salida aún estoy preparándome la mochila mientras hablo con varios amigos. En otra carrera ya estaría en la salida desde hace minutos, pero hoy, y con unos minutos de carrera neutralizada, no me preocupa en absoluto. Me da tiempo de hacerme alguna foto y finalmente me despido de mi novia y Ángel, que al igual que yo, hoy harán el enorme esfuerzo de estar todo el día en los caminos, presentes para cuando los necesite.

Salida de la Trenkakames
Salida de la Trenkakames

Se da la salida y una multitud de gente empieza a andar. Hemos empezado pero creo que aún no soy consciente de dónde estoy y lo que nos espera. Acostumbrado a salir rápido, lo de empezar caminando junto a otros 250 valientes rompe mis esquemas. Hoy todos intenteramos hacer la Trenkakames, pero ¿cuántos la completarán? ¿seré yo uno de ellos?

Sigo avanzando a paso rápido entre la multitud e intercambio sensaciones con más de un corredor. Para cuando la organización deja empezar a correr, ya a las afueras del pueblo, aún tengo bastante gente por delante y sin prisa alguna me dedico a superarlos uno a uno.

Para cuando llegamos a Sant Vicenç de Calders y el carrer del Pou (km3), una calle vertical que hago andando, ya estoy en el grupo de cabeza. Miro a mi alrededor y me pregunto cual de los corredores que tengo cerca dará más guerra. Tengo una ligera idea de quiénes son los más fuertes del grupo, pero como sé de primera mano, muchos de los que están en cabeza al inicio (dejándose llevar por la emoción de la salida) acabarán bajando el ritmo poco después.

En Sant Vicenç de Calders
En Sant Vicenç de Calders

La primeros kilómetros de la carrera transcurren sin mayor problema y cuando toca afrontar la Serra Pedragosa (una parte del circuito que coincide con la Filirun), ya no veo a nadie detrás mío. Desde aquí ya empiezo a disfrutar y me seduce la idea de correr el resto de la carrera solo. A mi ritmo, corriendo en paz.

En un avituallamiento de poco después (km12), Angel me chiva que tengo al primer clasificado a dos minutos (¡pensaba que yo iba en cabeza!) y para cuando logro alcanzarle, ya estamos en la bajada camino a Masarbones (km13). Intercambiamos un par de palabras mientras bajamos y acabo poniéndome por delante. El siguiente kilómetro, aprovechando la bajada, lo hago a buen ritmo y me despego de él, volviendo a recuperar esa sensación de correr absolutamente solo.

En Masllorenç (km22) me esperan mi novia, Angel y el resto de los amigos del club. Mientras escribo esto, estoy echando un ojo al track y aunque me parecía que paré un eternidad, sólo fueron cuatro minutos. Bebí Aquarius por un tubo, rellené la botella, comí algo y me zambullí en el agua fresca de las bebidas. Salí de allí muy bien físicamente, pero psicológicamente, aún mejor. Es la suerte que tiene tener a gente arropándote en los avituallamientos. ¡Gracias!

Llegando a Masllorenç
Llegando a Masllorenç

¡Próxima parada, Mas d’en Bosc! (km28) Hace calor, pero mis piernas parece que aún no se hayan enterado del trayecto. Me cargo de positivismo al ver que llego a este punto de la carrera estupendo de fuerzas, abriendo pista (¡cómo me encanta!) y sin rastro de los fantasmas de la otra ultra.

Tardo menos de 2h45′ en llegar hasta aquí, pero en los próximos kilometros toca atravesar el Montmell, y eso supone 10 o 11 kilómetros por terreno muy técnico y con bastante desnivel. Es hora de armarse de paciencia, bajar mucho el ritmo y disfrutar de las vistas. La carrera no se decidirá aquí, así que relajémosnos.

En la primera pendiente, de poco más de 2km y con un desnivel medio de un 10% (hasta 22% en algún punto), noto como los gemelos empiezan a hacer de las suyas. Poco después también los isquios. No son rampas como las que me venían sucediendo hasta ahora, de las que vienen de golpe, sin previo aviso y que te dejan rabiando de dolor. No, estas van tensionando poco a poco el músculo y comparadas con las otras son un mal menor.

Acabo la primera parte técnica del Montmell con un par de rápeles y entro gritando en la iglesia nueva del Montmell para anunciar mi llegada. Me comentan que viendo los tiempos que les habían dado en el control de Mas d’en Bosc, me esperaban antes. Les comento lo de los calambres y lo de un tramo en el que me perdí cerca de un kilómetro.

No hay isotónico, así que bebo agua. Como frutos secos y por supuesto las pastillas de sales que llevo tomando desde que empecé. Les pido un par de rodajas de melón y con ellas en la mano, me pongo a subir hasta la vieja ermita de Sant Marc, y donde pese a no ser avituallamiento, consigo otra rodaja de melón de los tres chicos que había a cargo del control.

Avituallamiento en la iglesia nueva del Montmell
Avituallamiento en la iglesia nueva del Montmell

Desde abajo hasta el punto más alto de la carrera hay poco más de un kilómetro y 250m de ascenso. Eso es una pendiente de entre 22-25% y con bastante piedra, de las que toca «escalar» un poco. Como en este punto (km32) ya voy echo un cromo y subir se me hace prácticamente imposible, vuelvo a armarme de paciencia y empiezo a escalar la pared de espaldas, arrastrando el culo como si la estuviera bajando. Parece que así no trabajo los mismos músculos y como mínimo puedo subir. Toda una escena.

Me reconforta pensar que después de bajar desde aquí, los próximos 50 kilómetros no son tan técnicos como estos y con un poco de suerte podré correrlos. Mientras bajo me voy cruzando con varios grupos de senderistas y me hacen paso según voy bajando. Queda poco para el siguiente avituallamiento, pero antes de llegar ya sé que una vez más a lo máximo que voy a poder aspirar, es a completarla apretando los dientes. No me malinterpretes, acabarla ya es un verdadero reto, pero esta vez me sentía preparado para disputarla.

Vistas desde el Montmell
Vistas desde el Montmell

Llego a Torrossolla y ahí están de nuevo mi novia, Angel, Miguel y Joui (el ganador del año anterior). Como digo, en este punto ya sé que esto va a ir a peor, pero prefiero no decirles demasiado. El avituallamiento no es de fácil acceso y se las han ingeniado para llegar a tiempo y encontrármelos allí es una verdadera alegría. No quería estropear el momento.

Me dicen que me siente en una silla y me parece buena idea, y por primera vez desde que era un enano, alguien que no soy yo o mi madre, me cambia los calcetines y las bambas. Las rampas no me dejan flexionarme demasiado, así que su ayuda me viene de lujo. Había estado corriendo hasta ahora con unas La Sportiva Bushido, pero viendo que ya había pasado el tramo más técnico, decido probar a correr con las mismas zapatillas que utilizo para correr por asfalto, las Adidas Supernova 6 Boost. Seguro que más de uno se pone las manos en la cabeza al leer esto.

Como algo, vuelvo a reponer agua y por lo que parece un momento, mientras corro por un sendero, parece que recupero las piernas. Por un momento me ilusiono y pienso que quizás lo de las rampas ha sido algo pasajero y he logrado controlarlo, pero un par de minutos más tarde, al levantar la pierna para pasar un árbol, vuelve a engancharse uno de los aductores.

A todo esto, no se cómo, aún sigo en cabeza. Los kilometros van sucediendo y sólo pienso en llegar a Aiguaviva (km55) donde daré por finalizado el segundo de los tres «tramos» que tenía marcados mentalmente.

Llegar allí supone un descanso, primero, porque «sólo» quedan 30 kilómetros. Segundo, porque volveré a ver al «equipo de apoyo» y te aseguro que psicológicamente hace mucho. Y tercero, porque supuestamente el recorrido más duro de la carrera ya ha pasado.

Cuando llego a Aiguaviva (una hora por encima del tiempo previsto), me encuentro con que allí también están tres de mis mejores amigos, que se las habían ingeniado para venir a verme. Después de darles la paliza con la Trenkakames desde hacía un par de semanas, esperaba ver a alguno al final de la carrera, pero no allí, y sinceramente, llegaron en el momento ideal.

Paré cerca de 15 minutos y finalmente apareció Gil en segunda posición. Supongo que debía llevar una ventaja considerable para que finalmente me alcanzaran en el km55.

Bebo 5 latas de Aquarius, como pan con tomate y sal y tomo algo de cerveza simplemente por probar algo diferente. También me empapo las piernas de Radio Salil.

Gil sale del avituallamiento antes que yo, y por primera vez desde el inicio se pone en primera posición. Con él también sale Joui, que le hará de liebre hasta el final de la carrera. Me preparo para salir y Angel, que tan sólo iba a correr un tramo de 7km conmigo un poco más adelante, se embarca en la aventura de acompañarme desde ahí.

Crónica Trenkames 2014

¡Empieza la tercera etapa de la carrera! ¡Y vaya etapa! En esta parte de la carrera pensaba apretar para rematar la faena, pero eso era antes de que aparecieran las rampas. Tal y como tenía las piernas, lo máximo que podía hacer era aspirar a no caerme y forzar lo mínimo posible para evitar las rampas.

Cuando en la primera pendiente (no muy pronunciada), le pedí a Angel que no corriera, creo que ya se hizo una idea de lo jodido que iba. Corriendo de esa forma, verme tenía que ser un espectáculo, pero ¡qué coño! no se muy bien cómo pero yo seguía avanzando, aunque fuera poco a poco. Además, detrás mío todavía tenía a cientos de corredores. ¿Segunda posición y en estas condiciones? No quiero ni pensar la gozada que supondrá cuando pueda correr sin estas historias.

Yo me había creado mis expectativas, e imagino que Angel también, así que todo aquella situación le decepcionaba un poco. Tal y como me encontraba igual ni acababa.

Puse algo de música para romper el silencio y animarnos, y poco a poco fuimos cogiendo algo de ritmo. En una bajada hasta recuperé las piernas y pude correr como siempre (aunque fuera sólo durante unos minutos).

En algún punto entre los avituallamientos de Casa Murada (km68) y La Papiola (km77), Angel tuvo que dejarme continuar por mi cuenta. Al forzar la pisada para no hacerse daño el tobillo, la rodilla empezó a hacerle extraños. En este tramo también me alcanzó Alex, el tercer clasificado, y al que había adelantado en el primer tramo de la carrera.

Avituallamiento de Casa Murada
Avituallamiento de Casa Murada

Llegué hasta aquí gracias a Angel (¡quién sabe cómo me hubiera ido en solitario!), pero lo últimos 7 kilómetros tampoco los haría solo, mi amigo Miguel continuaría haciéndome de liebre.

Alex, el tercer clasificado y que me había alcanzado en este avituallamiento, también iba tocado por las rampas desde el inicio de la carrera. Supongo que lo único que queríamos era acabar, así que corrimos juntos en plena oscuridad los kilómetros que faltaban hasta la meta.

Sin pena ni gloría superamos el Puig del Lleo, la última parte técnica de la carrera, y pisamos finalmente asfalto. Nos había dado tiempo de hablar de todo un poco y para cuando faltaba un kilómetro, ya me hacía una idea exacta de que tipo de persona y corredor era.

Quedaba cruzar un puente y un último kilómetro que también compartía recorrido con la carrera que había corrido a finales de agosto. Al pasar el puente, sin distinguir demasiado bien el terreno por la diferencia de potencia entre sus frontales y el mío (¡y las lentillas, que no las llevaba puestas!), divisé delante mío a una buena troupe, ¡todos amigos míos!, que estaban esperando para acompañarme desde ahí.

Con mis amigos rodeándonos, Alex y yo volvimos a coger fuerzas de donde no las teníamos, y corrimos al ritmo más digno que pudimos ese último kilómetro. Entramos ambos compartiendo segunda posición y parando el crono después de 10 horas y 44 minutos.

No fué fácil y ni mucho menos transcurrió tal y como me esperaba, pero valió la pena. Di todo lo que tenía hasta el final y para mí, eso es lo único que cuenta.

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