Crónica: Ultra Trail Comtes d’Erill

Si todo fuera fácil, si nunca hubiera obstáculos, todo esto de correr por montaña no sería tan divertido.

En toda historia que valga la pena contar, el protagonista siempre tiene que superar mil y un obstáculos para llegar a su realización, así que aunque ahora vaya a contarte la historia de una carrera que no logré acabar, como he dicho, éste sólo es uno de los muchos obstáculos que pienso resolver.

Me alegra pensar que esta pequeña experiencia forma parte de una historia aún más grande.

Voy a explicarte de pe a pa lo que sucedió durante el viaje. No será una lectura breve, pero tranquilo, al igual que pasa con las ultras, cuántos más kilómetros recorras más dulce será el final y una vez empieces a leer te sentirás tentado a acabar.

Índice del artículo

Antes del día D

Llevaba mucho tiempo detrás de correr una carrera de estas dimensiones y me enfrentaba a ella con la intención de recoger el mayor número posible de sensaciones de cara a darlo todo en la última ultra trail de la temporada.

Es imposible no imaginarte consiguiendo determinada posición o tiempo, pero la verdad es que mi mayor deseo era disfrutar de esta carrera en todos los aspectos. Quería llevarme un recuerdo inolvidable de mi visita a Pont de Suert.

El viaje realmente empezó una semana atrás, cuando desde el domingo previo a la carrera empecé con una dieta de la que hablé aquí y que consistía en hacer una carga de grasas antes de la típica carga de carbohidratos.

La carrera empezaba el sábado a las siete de la mañana, así que tanto mi amigo Uri (que también participó en la ultra), como mi novia Carla, cogimos el coche rumbo a Pont de Suert el viernes a las diez de la mañana.

En el camino de ida ya se mascaba la impaciencia por llegar y las tres horas de viaje pasaron volando mayormente entre comentarios acerca de la carrera del día después.

Nada más llegar y dejar las maletas en el hotel, fuimos en busca de algo de comida, luego algo de descanso y finalmente a por el dorsal. Las ganas por que todo empezara se hicieron evidentes cuando nos plantamos en la organización minutos antes de la apertura del horario de recogida de dorsales.

Teníamos tres horas antes de que empezara el briefing de la carrera, así que después de pasar a comprar el desayuno del día siguiente y algunas cosas de la farmacia, nos calzamos las bambas y rodamos los que serían los últimos kilómetros antes del inicio de la ultra trail. Llevaba un par de días sin correr y empezar a sudar me supo a gloria.

Después de una buena ducha y merendar algo, tocaba escuchar a la organización. Sin haber podido correr por allí para reconocer la zona, presté con atención a cada uno de los detalles del recorrido. Ya me había mirado el track GPS de la carrera una y otra vez, pero pude confirmar en qué tramos iba a divertirme más.

Como venía de casa con un mono enorme por comer o cenar en un buen italiano, nada más acabar el briefing acabamos en un restaurante justo enfrente de la meta, cenando ensalada de queso de cabra, espaguetis y unos riquísimos raviolis de queso y setas. ¡Y vino porsupuesto!

Entre la cena y acabar de escribir la crónica previa de la carrera, me metí en la cama a media noche y sin haber preparado la maleta.

Las noches antes había dormido mucho así que tampoco me preocupaba en exceso lo de levantarme a las cuatro de la mañana para desayunar. Unas tostadas con mermelada, un café y de vuelta a la cama.

Como era obvio, al final ni Uri ni yo pudimos pegar ojo después del desayuno, así que después de dar un par de vueltas en la cama, me vestí con la ropa para la carrera, preparé el resto del equipo y finalmente volví a echar un ojo al recorrido.

Mi novia nos haría de equipo de apoyo en algunos avituallamientos de la carrera, así que le preparamos una mochila con ropa de más, geles 226ers, algo de comida y cualquier otra cosa que pudiéramos necesitar.

Íbamos con el tiempo justo y entre pasar el control de material y acabar de prepararnos, entramos en la zona habilitada para la salida cuando ya estaba a reventar. Acabamos al final de todo el cajón y apretujados contra las vallas y junto al resto de corredores.

Anunciaron que faltaban 5 minutos. Empecé a repasar mentalmente si lo llevaba todo y cual iba a ser mi plan para los primeros kilómetros. Miro a mi alrededor, la cara de los corredores que tengo cerca y la de mi compañero Uri. Cada vez más, en los minutos previos antes de dar la salida, siento una sensación de paz increíble. ¡Me encanta!

Parece que muchos relojes no sincronizan bien con los satélites GPS, incluído el de Uri, que lleva unos instantes toqueteándolo. Yo, que por ahora continuo corriendo con un simple reloj crónometro no me preocupo en absoluto.

¡Queda un minuto! Me miro los pies y siento ese cosquilleo tan típico en las piernas. Ya tengo ganas de empezar a correr y parece que mis piernas también.

El minuto se hace eterno y finalmente dan la salida. ¡Zasss!

Crónica: Ultra Trail Comtes d’Erill

Finalmente el día llegó y ya hemos dado las primeras zancadas. Al estar al final de todo el cajón, salimos muy lentos y poco a poco Uri y yo vamos cogiendo algo de ritmo.

Me he acostumbrado a salir siempre en la parte delantera en las carreras y esto de ir avanzando a tanta gente desde el inicio es algo a lo que no estoy acostumbrado, pero definitivamente se hace mucho más ameno. Quedan 82km por delante y más de D+5600m y esto la gente ya lo sabe, esto sólo es el principio.

Empezamos corriendo por una pista paralela al río Noguera Ribagorzana y la niebla que acompaña al paisaje le da un toque mágico. Pese a que hemos salido a las siete de la mañana ya hay bastante claridad y me tranquiliza, sobretodo porque he olvidado ponerme las lentillas y cuando hay poca luz me cuesta bastante distinguir el terreno.

Pensaba correr con Uri hasta el primer avituallamiento, pero después de un par de problemas, uno con la mochila y otro de nuevo con su reloj, me da vía libre y nos separamos.

Le deseo buena suerte y empiezo a imprimir en cada paso un ritmo más rápido que el anterior pero igual de cómodo. En todo momento pienso que debo dosificarme mucho y que tengo que evitar a toda costa desgastarme demasiado en el inicio.

Igualmente voy adelantando a otros corredores y finalmente a varios grupos de corredores que se han ido formando. Salvo en lo de dosificarme y en el paisaje, no pienso en mucho más. Sólo en ir alcanzado a otros grupos pero sin ningún plan en mente. Estoy corriendo mi carrera, como si de un entreno largo se tratara, ajeno a todo lo demás.

Después de unas subidas veo a un corredor vestido de blanco y lo primero que pienso es que debe andar muy cerca un nuevo grupo. Sigo corriendo con la intención de superarlo e ir en busca del siguiente grupo cuando me doy cuenta de que es Pau (el que se alzaría con la victoria de la prueba y de la Copa Catalana de Pruebas de Ultraresistencia).

No lo sé al 100% pero imagino que estamos en la cabeza de carrera y eso me asusta un poco. Quería hacer una carrera muy conservadora y ¿aún así voy al ritmo del favorito?

Hago un ejercicio de introspección y presto atención a mi cuerpo. ¿Qué tal me siento? ¿Quizás me he excedido corriendo en los primeros kilómetros? Me respondo: Tengo las piernas fresquísimas, las pulsaciones están muy por debajo de lo que podría considerar un ejercicio intenso y apenas tengo que respirar para mantener el ritmo. Me tranquilizo un poco y decido seguir sus pasos.

No hemos hablado nunca, pero nos seguimos por Twitter y alguna vez nos hemos cruzado corriendo. Después de unos minutos le pregunto si efectivamente es Pau y empezamos a charlar de la carrera, un poco de todo y nada. Los metros van pasando e ir charlando con él ayuda aún más.

En la subida antes del primer avituallamiento nos alcanza otro corredor y al llegar arriba, a Irgo, tomo la decisión de hacer mi propia carrera. No esperaba ver a mi novia hasta el segundo o tercer avituallamiento así que me sorprende muchísimo encontrarla allí. No hay nada como eso para motivarte a continuar corriendo. Como algo de plátano, repongo el agua y aún cuando Pau y el otro corredor salen, decido darme unos segundos más de descanso. No puedo evitar parar de sonréir y después de darle un beso a Carla, le digo que todo va genial y continuo corriendo.

Desde aquí hasta el kilómetro 18, donde se encuentra el segundo avituallamiento hay más bajada que subida, por carretera y camino. Con un ritmo constante les cojo en la carretera de bajada y me pongo por delante, corriendo a mi ritmo. En la primera trialera, también en bajada, vuelven a pasarme. Corremos bajo la sombra de los árboles y yo sin lentillas me encuentro algo torpe desenvolviéndome en mi especialidad. Dejamos atrás la trialera tapada y vuelvo a recuperar la vista y para el siguiente tramo de pista ya voy en cabeza de nuevo.

Estoy narrando esto como si se tratara de una carrera, pero lo cierto es que quién va detrás o delante es poco relevante para la de kilómetros que quedaban. Desde el día de la carrera hasta hoy, más de un amigo me ha comentado si no acabé la carrera por correr demasiado en el primer tramo, y les he contestado una vez tras otra que no. El ritmo al que íbamos no era para nada alto y para mi, el motivo de que no acabara era totalmente diferente. Lo cierto es que me siento con la confianza suficiente como para correr de nuevo una carrera similar y aún así dar mi 100%.

«¡Trata de arrancarlo Carlos!»

Llego en cabeza y con pocos segundos de diferencia con Pau y el otro corredor. Me siento genial y empiezo a pensar que va ser una carrera épica y que sí, que voy a sufrir pero voy a disfrutar aún más. Minutos antes había tomado un gel con cafeína de 226ers y en el avituallamiento vuelvo a comer plátano.

A este avituallamiento llego aún con el cortavientos puesto, empapado por la sudor y habiendo bebido muy poca agua. Bebo algo (supongo que no lo suficiente) y relleno el bidón que llevo encima.

Sé que ahora empieza la primera subida sería y me va a tocar ir a remolque. Les dejo pasar y casi al unisono sacan los bastones telescópicos. En este momento me acuerdo de Uri y de sus bastones. Llevaba días diciéndome que debía utilizarlos y yo le contestaba que ni de broma iba a probarlos a días de una prueba. Visto esto, me acojono un poco y me pongo en modo tractor. Vuelvo a repetirme que debo hacer mi carrera y que debo ser conservador.

Llevo uno minutos subiendo andando por una pendiente de aúpa y Pau y el otro corredor se han distanciado bastante, aún así los veo por encima de mi cabeza. La subida es bastante vertical y de vez en cuando echo la mirada atrás y observo el paisaje y me deja alucinado. Miro para abajo y tampoco veo a nadie a la vista, imagino que hemos sacado bastante ventaja.

A esta altura me entra alguna rampa en los gemelos, habitual en casi todas las carreras y estiro un poco de tanto en tanto. Sólo llevaba medio litro de agua en este tramo así que decido gestionarlo para tomarme un gel un poco más adelante.

Llego a la ermita de Sant Salvador empapado pero genial de fuerza y ánimos. Los gemelos ya andan algo tocados y pienso en beber mucho en el siguiente avituallamiento, que pienso que está mucho más cerca de lo que realmente está. Después de pasar por un control de paso toca continuar subiendo por el barranco de Vilagrasa , esta vez campo a través siguiendo el marcaje que hay cada ciertos metros.

Debería haberme quitado la chaqueta hace mucho tiempo pero tampoco tenía demasiada calor. Cuando toca empezar con esta pendiente, toda a la sombra, empiezo a pasar algo de frío y decido esperar a la bajada o el avituallamiento para quitármela. Craso error.

Este tramo se me empieza a hacer cuesta arriba. Las rampas han pasado de los gemelos a los cuadriceps y cuando voy a cruzar un pequeño riachuelo se me engarrota la pierna derecha y caigo con ambos pies en el agua. Permanezco ahí aun par de minutos, con los pies empapados. Me tenso todo lo posible y me golpeo con el puño por detrás de la rodilla, intentando así flexionarla sin resultado alguno. Después de unos segundos que parecen minutos, consigo recuperarla y me pongo a estirar un par de minutos más.

Todo ese tramo, precioso pero exigente y que volvería a repetir una y otra vez, me empieza a minar la moral.

Recuerdo las palabras de un corredor de una carrera anterior y se me viene a la mente que los calambres, son algo más con lo que lidiar en las carreras, que ya me puedo ir acostumbrando a sufrirlos, pero la verdad es que duelen mucho y no me dejan correr bien. ¿La solución? Hidratarme bien en el siguiente avituallamiento y esperar a que estirando cada pocos minutos pueda llegar abajo sin perder demasiado tiempo.

Cuando finalmente llego arriba, un grupo de tres corredores me ha alcanzado y me supera. Voy en sexta posición y decido seguirles muy de cerca.

Parece que, descendiendo campo a través, aún con el fuerte desnivel, recupero las piernas. Vuelvo a superarles y viendo que volvía a sentirlas «vivas» empiezo a sonreír. Tengo el sol de cara, el paisaje delante de mi parece de postal y aún quedan más de 50km de una carrera impresionante. Estoy haciendo algo que me encanta y en definitiva me siento muy feliz.

Seguimos bajando un poco más, aún campo a través y siento que vuelve a engarrotarse el cuadriceps derecho. Paro y estiro pacientemente. Me superan de nuevo y poco después retomo otra vez la marcha. Continuo un par de minutos más y de nuevo aparece la rampa del cuadriceps.

Esta vez es fuerte de verdad y caigo de lado al suelo, mientras bajaba y con la pierna totalmente rígida. Vuelvo a intentar forzar la flexión de la rodilla con las manos y después de unos segundos los consigo.

A partir de ahí decido bajar flexionando aún más las rodillas para evitar esa rampa y después de un buen rato consigo llegar a Boí. En este punto ya he vuelto a alcanzarles y con algo de recorrido en llano vuelvo a superarles y ponerme en tercera posición.

Continuo corriendo por caminos sin mucho desnivel y empiezo a pensar que los de las rampas ha sido algo temporal. Debe faltar poco para el avituallamiento de Taüll y ahí, después de hidratarme bien y tomar algunas sales, podré continuar haciendo mi carrera.

Iba tan inmerso en esos pensamientos que después de un rato me doy cuenta de que hace metros que no veo ninguna señal del marcaje de la carrera. Empiezo a dudar hasta que después de unos minutos llego a una carretera.

No estoy del todo seguro, pero al no ver ninguna señal amarilla, decido darme la vuelta y sacar el móvil para llamar a la organización. Corro mientras escucho el tono de llamada y mientras les explico la situación llego a donde me he desviado de la carrera. Me maldigo, pero apenas llevo 27 kilómetros y aunque me hayan adelantado, aún queda un mundo. Empieza la subida hasta Taüll, donde empiezan las temidas rampas en los aductores y que ya sufrí en esta otra carrera.

De esta subida hasta Taüll sólo sé que me pasaron tres o cuatro corredores y que se me hizo eterna. Llegué a parar y sentarme un par de veces sin saber muy bien que hacer. Era pura frustración. Sabía que si me pasaba ésto en este punto de la carrera y no lograba solucionarlo, no iba a llegar mucho más lejos.

Cuando finalmente llegué arriba después de tres kilómetros, me encuentro con un chico que me llama por mi nombre y me pregunta qué tal estoy. Empieza a correr a mi lado y en primera instancia pienso que es alguien de la organización. Tengo la moral un poco baja y me alegra saber que alguien se preocupa por mí.

Empezamos a hablar y le comento que no voy demasiado bien, que tengo que conseguir que paren los calambres y que confío que estirando un poco y descansando en el avituallamiento siguiente, pueda volver a correr como al principio.

Faltan metros para llegar al avituallamiento y estamos bajando por las calles empedradas de Taül. Al final acabo averiguando que ese chico no era otro que Xavi, otro corredor de mi zona y con el que había estado hablando por Facebook días atrás. ¡No lo había reconocido! ¡Sorpresa mayúscula!

Llego al avituallamiento donde me encuentro con mi novia y pienso en la suerte que tengo de tenerla allí, es una motivación enorme. Bebí y comí todo lo que pude, me cambié de ropa y descansé un rato. Aún totalmente quieto seguía sintiendo las rampas recorrer mi cuerpo, ahora ya por otros sitios como los brazos o el abdomen. Definitivamente había fallado con mi idea de hidratarme más.

Llegué décimo al kilómetro 28 y estuve cerca de hora y veinte allí parado. Xavi fue a buscar unos bastones y una crema, y después de ponerme ahora algo de música para hacerlo más ameno, empecé una nueva carrera en la que el principal objetivo pasó a ser acabar aunque fuera andando, pero totalmente decidido y motivado a completarla.

Supuestamente tenía 4 kilómetros hasta el siguiente avituallamiento, pero lo único que puedo decir de aquella pendiente es que fue extremadamente dura. No por el desnivel, que tampoco estaba mal, sino por la diferencia de voluntad entre mis piernas y mi mente.

Sentía que tenía fuerzas para correr todo lo que hiciera falta, pero mis piernas no me dejaban. Al mínimo esfuerzo se congestionaban y empezaban a doler como cuchillas atravesando el músculo. ¿Te imaginas que te apareciera una rampa por cada pequeño esfuerzo que hicieras? Mi estrategia consistió en parar repetidas veces, estirar e intentar apoyarme en los bastones todo lo posible a cada paso que daba, apoyando lo menos posible los pies.

En esa zona todo el mundo iba andando y aún así me pasaron bastante corredores, y todos preguntaron si estaba bien o necesitaba algo. Esto es lo increíble de las carreras de montaña, la gente que participa en ellas y su implicación con el resto de corredores. Supongo que no tendría muy buena cara, pero aún así, todos los que recuerdo se preocuparon mínimamente por mi.

Pensaba en lo rápido que hubiera subido por ahí en cualquier otro momento y lo difícil que se me estaba haciendo subir tan sólo unos metros. Esos kilómetros se me hicieron tan largos que para cuando llegué arriba ya me había dado tiempo de soltar más de una lágrima por frustración y reconciliarme conmigo mismo un par de veces. Definitivamente el paisaje ayudaba y desde aquí ya empecé a pensar en abandonar una vez llegara arriba.

A todo esto, mi compañero Uri, que aún iba por detrás mío, había sufrido un mareo en una subida pero que después de recuperarse comiendo un bocadillo con otro corredor, encaró esta parte con una sonrisa en la boca hasta donde yo estaba.

Yo llevaba cerca de una hora parado en el avituallamiento número cuatro, a las faldas de la escalada del Corronco cuando apareció Uri. Había conseguido tumbarme en la hierba sin que me saltara ningún músculo y Uri gritó mi nombre por detrás. Me ayudó a levantarme y le pregunté qué tal estaba. Se le veía de lujo y aúnque estaba apunto de alcanzarle el corte horario, confiaba en que iba a llegar a Sant Salvador (14 kilómetros después) con el tiempo suficiente.

Hablé con él y con el corredor con el que había formado pareja y les hice una foto antes de que continuaran el camino.

El pico de El Corronco (2543m) se veía a lo lejos, tapado con una gran nube negra y parecía que me encontraba algo mejor. Aún me daba tiempo a salir de allí y probé a correr arriba y abajo para ver si me saltaba algún músculo.

Es increíble las ganas que tenía por continuar cuando hacía apenas un rato estaba apretando los dientes de dolor y deseando llegar arriba para acabar allí la carrera. Definitivamente era algo personal. Luego pensé en lo que me había costado superar sólo 4 kilómetros y que los 14 que me quedaban por delante no iban a ser más fáciles. Supongo que la opción más sensata fue dejarlo ahí.

A todo esto, con el móvil encima y mientras comía y esperaba a que se me pasaran los calambres, tenía a mis compañeros del club animándome por WhatsApp. Me supo mal que ni con esos ánimos enormes y el seguimiento que me habían hecho, no pudiera dar ni un poco más. ¡Lo siento!

Finalmente se cerró el avituallamiento y junto a varios corredores que se habían retirado en el mismo punto, bajamos en un todoterreno del cuerpo de montaña hasta Pont de Suert.

Una vez abajo y después de encontrarme con mi novia, fui a ducharme y comer algo más, volver a la meta para ver como Pau Capell entraba en primera posición y felicitarle y recibir un masaje que me sentó de maravilla.

A todo esto, mi novia estaba en el siguiente avituallamiento (Sant Salvador) esperando aún a Uri. Al parecer finalmente no llegaría dentro del corte horario y su aventura también acababa ahí.

Carla bajo de Sant Salvador para recogerme y volvimos a subir para esperarle. Después de un rato le vimos aparecer y aunque estaba un poco desilusionado porque esperaba poder abrazarle en la llegada de su primera ultra, no podía evitar sentirme feliz por la experiencia que acababamos de vivir.

A por la próxima ultra

Esa noche cenamos como reyes y dormimos hasta que no pudimos más. Al levantarme no me encontraba para nada decepcionado, al contrario, me sorprendió lo rápido que comprendí que ésto sólo era un pequeño contratiempo en el camino y que de estas cosas se aprende.

Era inevitable que me sintiera satisfecho. Siempre lo he dicho y siempre lo diré, si sabes que lo has dado todo, no hay nada que puedas echarte en cara. Disfruté y me esforcé al máximo, así de simple.

De vuelta a casa, Uri, Carla y yo, volvíamos a bromear con la que será la próxima carrera y las intenciones de repetir la Ultra Trail Comtes d’Erill del año que viene. Espero que en 2015 pueda quitarme esa espina.

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