Estoy sentando frente a la ventana mientras escribo esto y precisamente no hace un gran día. Para mi suerte, hoy es mi día de descanso y con el viento y el frío que hace (es uno de esos días grises en los que el viento azota fuerte), no me hubiera apetecido demasiado salir de casa.
Es extraño que me diga esto, pero todos tenemos días en los que no nos apetece mucho salir a correr, aunque sé, por haberlo vivido una y otra vez, que después de hacerlo siempre me digo «¿Por qué coño me ha costado tanto ponerme las zapatillas?» Y me siento espectacular después de haber acabado. Las horas de día que quedan son siempre mejores después de unos pocos kilómetros.
De todas formas, estas líneas no tenían la intención de decirte que no me apetece mucho salir a correr, pero que por suerte hoy es mi día de descanso. Estas líneas tratan acerca de no ponerse excusas y de como los seres humanos recurrimos a ellas día sí, día también, en muchas de nuestras actividades diarias. Limitándonos en exceso. Y sí, también corriendo.
Por favor, no te pongas excusas. Olvídalas. Sean excusas relacionadas con correr, o con tu trabajo, o con tu vida personal, o con cualquier otra historia. Lo mismo da. Sé ese hombre o esa mujer sin excusas… ¡y enorgullécete de ello!
Hablando de correr: No te pongas excusas como hace frío, o calor, o me duele esto o aquello. Sobretodo, no te pongas la excusa de no tengo tiempo. Encontrar tiempo para correr es cuestión de prioridades después de todo. No te pongas excusas para ir más lento en una carrera o no correr al máximo. Y sobretodo, hablando de carreras por montaña y ultras, no busques excusas para rendirte y no acabar.
A veces, es verdad que hay que renunciar, que sería de locos continuar porque ya lo has intentado todo y aguantado hasta lo que crees posible. Todos tenemos límites y la mentalidad «FINISHER», la de acabar pese a las consecuencias, me parece enfermiza. Pero no te estoy hablando de eso, te estoy hablando acerca de aumentar tu umbral de comfort y que la próxima ocasión que algo te parezca duro, lo sea mucho menos que la vez anterior.
En todas las carreras, sí lo estás haciendo bien, hay un momento en el que te preguntas qué estás haciendo ahí. Y no te hablo de ultras con decenas de kilómetros, te hablo de una media maratón de asfalto en la que con ese ritmo vivo, con el que cuesta respirar y con las piernas hasta los topes de ácido láctico, sólo piensas en parar. Sí, también te hablo de una de las «largas», en las que a lo largo de las horas te replanteas varias veces qué haces allí. Es curioso que aún yendo bien en carrera uno se plantee siquiera no continuar. Supongo, que es a base de conocerse a si mismo, a través de la experiencia en múltiples carreras, cuando uno se hace más fuerte mentalmente y encuentras tus propios métodos para continuar.
Hace unas semanas, otro corredor me dijo (quizás leas esto, ¡gracias!) unas palabras que me repetiré siempre que las cosas se pongan duras de ahora en adelante, haga lo que haga:
«Nunca busques excusas para abandonar, busca siempre excusas para continuar.»
Y es que nuestra mente es así de complicada y caprichosa. Unas veces puedes estar llorando en una esquina porque algo se ha puesto difícil, o crees que es injusto, o va en contrario de lo previsto, y minutos después puedes estar enseñando pecho dispuesto a comerte el mundo y todo lo que se ponga por delante. Cuestión de motivación supongo.
La próxima vez que tengas una situación complicada, elimina toda negatividad de tu cabeza y busca excusas para continuar, no al revés. Después de todo, y aunque suene a cliché, las cosas que más cuestan conseguir parecen que siempre valen más la pena.