Donde viven los monstruos: Els Bastions

No sabría decirte el porqué, pero de todo el calendario de la Catalonia Ultra Cup, esta era la carrera que menos me llamaba la atención.

Quizás tenga algo que ver que no tuviera ni idea de por dónde se corría, pero te aseguro que si lo hubiera sabido antes, Els Bastions sería una de mis ultra trails favoritas.

Llegué a Ribes de Freser el día antes de la carrera, tras tres horas de tren y con suficiente tiempo para acomodarme en la habitación que había cogido, dar una vuelta por el pueblo y comer, todo ello antes de recoger el dorsal a las cinco de la tarde.

Como comenté en otro post, la idea de correr aquí había surgido a ultimísima hora, un capricho más que necesario para satisfacer a ese pequeño monstruo interior que tantas ganas tiene de correr y de vivir nuevas experiencias.

La siguiente carrera planeada era la Ultra Trail Val d’Aran y la verdad, no me veía corriendo tres meses sólo a base de entrenos. Necesitaba algo de vidilla. O empezaba a correr por sitios nuevos o buscaba alguna carrera.

Decidí tomarme Els Bastions como un entrenamiento para la de Val d’Aran, porque ni la había preparado ni me había recuperado decentemente de las dos ultras semana tras semana de principios de Mayo.

Quizás por eso decidí correr la versión Trail de Els Bastions, con unos «asequibles» 65km y +3.800m, y no la versión Ultra, de 90km y +6.000m positivos.

Correr la Olla de Núria era algo pendiente desde hacía mucho y ambas versiones pasaban por ahí, así que tanto en una como en otra la diversión y la belleza del paisaje estaba asegurada.

Preparando al monstruo

Son las cinco y media de la mañana y ya estoy más que despierto. Esta vez me levanto con casi ocho horas de sueño y es una de las pocas veces que por una cosa u otra acabo durmiendo lo que debería.

Uno de los pocos sitios que quedaba disponible en toda Ribes de Freser es una pensión en la que el tiempo parece haberse detenido a principios de siglo. El edificio se despierta poco a poco con ruidos allí y allá de todo los corredores que van poniéndose en pie y que dentro de poco se enfrentarán a Els Bastions.

Empiezo a preparar la mochila y salgo a la terraza a desayunar algo de tortilla de patata que me sobró de la noche anterior. Fuera empieza a amanecer y como el que no tienen ni idea de que va la cosa, más que pensar en la carrera, pienso en lo bien que se está aquí sentado, en paz, con la fresca de primera hora de la mañana, y me pregunto qué tal sería vivir y correr por esta zona una temporada.

A las seis de la mañana se escucha a lo lejos el barullo de los corredores que ya están en la línea de salida para correr la Ultra. Estoy a cientos de metros de distancia pero aún no estando ahí se me ponen los pelos de punta al escuchar la cuenta atrás. «¡Joder! ¡Qué emoción!»

En estas carreras, para mi el inicio es uno de los momentos memorables. Cuando das los primeros pasos, con la incertidumbre y la ilusión de antes de una gran aventura, aún no sabes que te depararán los próximos kilómetros ni como acabará todo. Es un momento mágico y en ocasiones, hay tanta tensión en el ambiente, que podría cortarse con un cuchillo.

Acabo de desayunar y salgo de la pensión en busca de Dani, la cabeza pensante detrás de mi equipo, y cuando me lo encuentro, como si uno de los Reyes Magos se tratara, me pasa una bolsa y un par de cajas con el nuevo material del equipo. Hoy parece que voy a ir de estreno.

Corro a la pensión a vestirme y de ultimísma hora, decido utilizar un nuevo par de Salomon S-Lab Sense Ultra 4 que me ha pasado, sustituyendo así a las que hasta ahora era mi amor platónico, La Sportiva Bushido.

Todo esto de estrenar material en una carrera tan larga (especialmente zapatillas) no es lo más indicado, así que NO lo hagas en casa. De hecho, yo normalmente compito y corro a diario con casi la misma ropa.

Faltan quince minutos para la salida y vuelo por las calles del pueblo. ¡Llego tarde! En instantes empieza todo y aún tengo que pasar el control de material.

Soy de esa clase de personas que si puede estar dos horas antes, mejor, pero hoy apuro. Cuando me coloco en la línea de salida, no tengo mucho tiempo para pensar ni porqué estoy ahí ni lo que me queda por delante.

¿Nervios? No voy a mentirte, un poco, pero no sabría decirte la razón. «¡Si tengo unas ganas terribles de empezar a correr!» Por suerte, en la primera línea de salida me encuentro con una cara conocida, Bernat y su hermano, y con cuatro palabras con ellos pasan los últimos segundos antes de la cuenta atrás.

«Nou. Vuit. Set. Sis. Cinc. Cuatre. Tres. Dos. U…» ¡Y empezamos a correr!

11140237_935410109855167_3998572378236895785_n

10690209_935410266521818_5144871407925274699_n

Calmando a ese monstruo interior

Esta carrera la quería vivir totalmente virgen de información, así que salvo ver el perfil de la carrera, no sabía mucho más. Ni tiempos de paso aproximados, ni metros de desnivel en cada sección, ni como de técnico iba a ser el terreno. De lo poco que conocía era gracias a un vídeo que había visto en YouTube.

Poco antes de la salida y hablando con Dani, dijimos de salir fuerte desde el inicio y ver qué tal se desarrollaba la carrera kilómetros después.

Salgo con esa idea en mente y me coloco primero durante los primeros metros con la única intención de coger sitio en los primeros senderos, pero después de más o menos 10 minutos de carrera, me hago una idea de lo que nos espera y voy dejando caer posiciones hasta mantener un ritmo cómodo pero más sólido.

Hoy llevo conmigo los bastones, algo inusual en mi, y aunque serán más útiles subiendo al Puigmal y los siguientes picos (todos por encima de 2000 metros de altura), empiezo a calentar con ellos desde prácticamente el inicio.

De la salida hasta Núria hay cerca de unos 18 kilómetros y +1500 metros positivos. Es prácticamente todo en vertical y parece un buen calentamiento para lo que nos espera.

Los primeros kilómetros van cayendo sin problemas, uno, por los paisajes, y dos, por la charla que llevo desde prácticamente el inicio con Kilian, otro corredor que conozco en este tramo y con el que acabo pasando una buena parte de la carrera.

Núria era el primero de esos «checkpoints» mentales que uno se marca y llegar aquí sabe muy bien. He disfrutado mucho hasta aquí y entrar corriendo al Valle de Núria es una experiencia espectacular.

11401083_935411289855049_8625551807527808356_n

Dani está esperándome y me tiene preparados un par de bidones blandos de Salomon y los sustituyo por los duros de Ultimate Direction que llevaba. Me tomo una botellita de agua de mar (ya hablaré de ella en otra ocasión) y tiro monte arriba con una barrita en la boca.

Y aquí, no se dónde exactamente, pero pierdo una de las botellas. Dudo un momento en si parar o no pero viendo como voy en la carrera, me digo que ya encontraré solución al asunto.

Tengo una pequeña radio encima y le comento a Dani por ahí si puede recoger el bidón, aunque al final parece que no hay manera.

Hace un día estupendo y por lo tanto más calor de la habitual, además, tiendo a sufrir por deshidratación. ¿Y me estoy planteando continuar la carrera con sólo medio litro de agua encima? Vaya genio estoy hecho.

Pues bien, desde Nuria al Puigmal hay 5 kilómetros y casi 1000m de desnivel, así que puedes hacerte una idea de cómo es aquello. Subir, subir, subir y apoyar bien los pies para no resbalar. Uso los palos como ningún otro día y me voy apoyando en ellos como un cabrón.

De camino a la cima, aunque he parado a beber en un par de ocasiones en algún riachuelo, llego totalmente seco. En ese momento no lo sabía, pero desde Núria al siguiente avituallamiento tardaría algo más de dos horas y correrlos con sólo medio litro de agua era un crimen.

Al llegar al Puigmal (2.913m) vuelvo a tomarme otra botella de sales y me pongo el cortavientos. Me digo a mi mismo que gran parte del desnivel ya está superado y que ahora el resto de kilómetros vendrán rodados. Obviamente no he corrido nunca por aquí y no tengo ni idea de la que me espera.

Empiezo a bajar tranquilo, recuperando las piernas después del esfuerzo de la subida y poco a poco empiezo a coger ritmo. Miro a un lado y sólo veo más y más montañas. Miro al otro lado y lo mismo. Allí arriba uno siente muy pequeño y la sensación de paz es muy difícil de explicar.

Centrados en la competición, muchos corredores quizás no disfrutamos tanto como deberíamos, así que de tanto en tanto me obligo a aflojar el ritmo, levantar la vista del suelo y contemplar lo que tengo alrededor.

Llevo rato cresteando estos picos y no hay descanso. Todo es abajo abajo o arriba arriba y yo que soy más pistero que montañero, alucino con todo esto.

Para mi sorpresa las piernas están mucho mejor de lo que me pensaba que estarían, aunque claro, sólo llevamos 4 horas y unos pocos kilómetros.

De tanto en tanto me encuentro a una pareja o un grupo de amigos entrenando o haciendo trekking. Al pasar a un grupo grande les explico lo del agua y me dejan beber de un par de sus bidones. ¡Gracias! Y un poco más adelante, cerca de llegar al Coll de l’Eina, otros dos amigos me dan un zumo de melocotón, de aquellos con cañita que tomaba cuando era crío. Me lo bebo en menos de 10 segundos. ¡Gracias! ¡Gracias!

Llego al avituallamiento del Coll de l’Eina en séptima u octava posición, pero la rodilla que me fastidié en la Ultra Trail de Barcelona ha empezado a hacer de las suyas y no consigo correr todo lo cómodo que me gustaría.

Me tomo mi tiempo y mientras repongo agua, como sandia, melón y algunos albaricoques secos, me vuelve a alcanzar Kilian, que se había quedado algo atrás en la escalada al Puigmail, y también Javi. Que no lo había desde ayer en el briefing.

Javi es el hermano de Albert Gine, mi compañero de equipo, y con él pasé la noche antes de la UTBCN. Cuando he coincidido con él, siempre tengo la misma sensación: Hay que escucharle. Para mi su voz es la voz de la experiencia. Gràcies per la volta a casa!

Salgo del avituallamiento y Javi conmigo. Kilian se toma algo más de tiempo.

Unos segundos después Javi se pone por delante. Charlamos y le comento un poco la situación. Me dice: «Va, vamos tirando» o algo así, refiriéndose a que le siguiera el ritmo y fueramos juntos un tramo.

Ir acompañado ayuda y la primera subida la hacemos sin problemas, pero cuando toca descender, le pierdo el rastro. No consigo bajar bien. Supongo que es en este punto cuando empiezo a aceptar la dura realidad… una vez más.

Cuando toca volver a subir al siguiente pico, lo veo ya a lo lejos, arriba, y aunque le recorto algo en la subida, cuando toca volver a bajar de nuevo le pierdo el rastro.

A partir de aquí sigo totalmente en solitario.

11148227_1608428516079921_4960271500895203414_o

El dolor se ha acentuado y las bajadas las hago apretando dentadura y resoplando. Me acuerdo de Barcelona y aquel estúpido resbalón y de la mala pata que tengo porque aparezca este dolor de nuevo, sobretodo después de un mes entrenando sin problemas.

Pese a todo, la Olla de Núria la disfruto a lo bestia. No llevo casi agua y no puedo correr en las bajadas, pero deberías ver estos paisajes. Es una gozada pasar por este terreno, casi marciano, sólo manchado ocasionalmente por algunas capas de nieve y coronando picos de entre 2900 y 2400 metros.

Después de casi siete horas, llego al Coll de la Marrana (2.530m) en 18ª posición. Unas 6h53′, 40km y +2.800m aproximadamente.

He perdido un porrón de posiciones y aunque aún no sé porqué, les pregunto cómo está la cosa para abandonar. Quizás sea por la desesperación de andar cuando el resto puede correr o quizás por la frustración de que una vez más no pueda rendir como me gustaría.

Intento sincerarme al 100% cuando escribo porque entre otras muchas razones, quiero poder leer esto tiempo después y recordar que sentía exactamente. Así que sí, se me pasó por la cabeza retirarme en este punto, pero por suerte ese lapsus sólo duró unos segundos. Tenía fuerza para horas y pronto me dejé de tonterías.

Me avituallo bien a base de frutos secos, plátano, melón y sandía (en las últimas carreras no he estado utilizando geles) y salgo de aquí dispuesto a disfrutar de esto.

Después de la aceptación de la situación con la rodilla, me rehago y salgo del avituallamiento mentalmente muy fuerte. Decido volver a competir. Aunque descendiendo o en llano sea imposible, subo todas las siguientes cuestas como si me fuera la vida en ello.

10549908_1608428946079878_2367263049613080475_o

Si tengo que sacar una experiencia positiva de esta carrera, es que me he notado muy fuerte en las subidas, mucho más de lo que me pensaba. Parece que pese a estar viviendo en Malta y con muy poco desnivel disponible, he estado entrenando como debería.

La bajada desde el Coll de la Marrana hasta los pies del Balandrau la hacemos pegados al Río Freser y es para mi una de las partes que más disfruto.

Al llegar abajo hay un control a los pies del Balandrau. Como no es avituallamiento, una vez más me desvío unos metros y zambullo la cabeza en el río. Si no fuera por la cantidad de agua que hay por la zona, hace tiempo que estaría KO por deshidratación.

11391304_935396949856483_5009418390568283268_n

No sé exactamente cual de las montañas que tengo delante es el Balandrau, sólo sé que tengo una subida muy bestia por delante. De ánimos y de fuerzas estoy bien, así que hasta me da pena que este sea el último ascenso de toda la carrera.

Y como el que no tiene otro objetivo en la vida, pongo paso tras paso todo lo rápido que puedo.

Los bastones hoy están siendo imprescindibles y probablemente después de esta experiencia, no me vuelva a separar de ellos en este tipo de carreras.

Subiendo al Balandrau (2.585m) entablo conversación con el 4º o 5º puesto de la Ultra, Ruben, que viene de Pamplona y muy amablemente me da uno de los platanos que lleva encima poco antes de llegar al siguiente avituallamiento.

10426538_935397349856443_5850575623769394919_n

Una vez coronada la cima, sólo nos quedan 20 kilómetros en bajada hasta Pardines y de ahí unos pocos kilómetros pisteros hasta meta. Parece que esto ya está hecho.

La escalada al Balandrau la hago con nota, sin embargo, bajar de allí ya es otra cosa. A los corredores que había conseguido adelantar en aquel tramo, vuelven a superarme cuando toca descender.

El terreno no es nada técnico, al revés, estamos en altura pero abunda lo verde y el descenso es prolongado pero en ningun momento demasiado picado. Ojalá hubiera tenido piernas aquí porque hubiera bajado volando. Sueño con volver aquí sólo para poder reventar el crono en este tramo.

En fin, de entre todos los que me pasan, hay uno que también anda tocado de la rodilla, Javier. Con él acabo compartiendo unos buenos kilómetros mientras bajo de ahí. Charlamos de todo y de nada, comentamos la jugada de los últimos kilómetros y sobretodo, de cómo correr nos ha cambiado para bien.

Las vistas desde aquí también son espectaculares pero el paiseje es mucho menos duro.

Poco antes de llegar a un tramo de pista, Javier decide empezar a trotar. Yo lo intento durante unos pasos pero la cosa sigue doliendo a rabiar. Se aleja y no vuelvo a verlo.

En el tramo de pista vuelvo a probar a correr. Aprieto los dientes e intento buscar la forma de pisada que duela menos. A estas alturas ya lo he intentado todo y he dado por concluido que la mejor manera es andar y ¡rápido! Así que sigo andando.

Después de este tramo de pista viene un sendero algo más picado y estrecho que llega directamente a Pardinas. Es aquí cuando parece que todo cambia.

No sé si es por el medicamento que me ha dado Javier para aliviar la rodilla o por qué exactamente, pero parece que tengo más amplitud de movimiento. Viendo aquello, empiezo a trotar poco a poco otra vez. La cosa no duele como antes y consigo coger un ritmo bastante trotón.

A medio camino de llegar a Pardines me supera otro corredor y esta vez decido engancharme a él. Al notarme detrás suyo me dice que le pase. Puedes imaginarte que aquí ya rodaba un poco mejor.

Le comento que ya me va bien que fuera delante y con él llego a Pardines, mucho mejor de la rodilla y sobretodo de ánimos. ¡Me estoy viniendo arriba!

Después de este avituallamiento y de comer un poco de todo (lo favorito de hoy es la sandia y los albaricoques secos) empiezo a correr y parece que vuelvo a ser el de siempre.

Me quedé sin batería en el reloj algunos kilómetros atrás pero me encantaría saber el ritmo de este tramo porque lo corrí a ritmo vivo.

Sin embargo, igual que vine la gracia, unos minutos más tarde vuelve el dolor agudo en la rodilla, y de nuevo nada de volver a correr.

¿Te has dado cuenta ya de la cantidad de gente que acabo conociendo en las carreras? Pues bien, en este último tramo de unos 4 kilómetros, conozco a Susana (que corre la maratón) y a su hermana, que había decidido sorprenderla en Vall de Núria y correr con ella lo que quedaba de carrera. Llevaban año y medio sin verse.

Con ellas hice los últimos kilómetros hasta que empecé a escuchar el ruido de la gente en meta, y al contrario que en Barcelona, aquí aún me queda algo de vida y decido empezar a correr hacia meta.

¡Oficialmente finishier de Els Bastions Trail! 11 horas 30 minutos y 39ª posición de 175 finishers.

¿Qué se siente al acabar una ultra? Me lo han preguntado cientos de veces. Yo mismo me lo pregunto después de cada una.

¿La verdad? Ni yo lo sé. No pienso mentirte.

Lo que si puedo decir es que la cantidad de sensaciones y experiencias que vives durante una de estas no es comparable a nada que conozca.

Cuando acabas una, no sucede nada mágico. Tampoco te sientes en otra dimensión (cómo cuando estás corriendo por allí arriba). Lo más normal es sentir alivio por haber acabado ya de una vez.

También satisfacción. Joder, estas carreras son pruebas muy duras, no sé si más físicas o mentales, y acabarlas son todo un reto de superación.

Y en mi caso, la idea que más se repite últimamente al acabar una es ¿Cuándo es la próxima?